El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1238
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Capítulo 1238:
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—Tina, contacta con todos los mejores neurocirujanos del país y tráelos aquí —dijo con tono firme, a pesar del cansancio que se apoderaba de ella—. Mañana, durante la operación, asistirán a Hurst. Él dirigirá toda la intervención.
Odiaba depositar su confianza en un hombre que no soportaba, pero en ese momento, la habilidad de Hurst era la única carta que le quedaba en la mano.
La expresión de Tina se torció con inquietud. Se mordió el labio y bajó la voz hasta convertirla en un murmullo cauteloso. —Sadie, Hurst es astuto, demasiado astuto. Confío en él incluso menos que en Nathan. Hay algo raro en él. Su preocupación era sincera.
Lo último que podía permitirse Noah en su frágil estado eran complicaciones. Sadie lo sabía. Demasiado bien.
Cerró los ojos brevemente, agobiada por el peso de la situación. Cuando habló, su voz estaba teñida de una amarga tranquilidad. —Ojalá tuviéramos otra opción, Tina, pero no la tenemos. Ahora todo dependía del día siguiente.
Su última apuesta. Una última oportunidad: hundirse o salir a flote.
Para cambiar de tema, Sadie preguntó por la caja fuerte. Necesitaba saber si la habían abierto o no.
La actitud de Tina cambió al instante. Se puso seria, sacó una tableta y se la entregó. —Está abierta. Todo el contenido ha sido digitalizado y subido a la red.
Sadie aceptó el dispositivo con un gesto de asentimiento. «Gracias, Tina. Pide al investigador privado que acelere la investigación».
Tina asintió rápidamente y se alejó en silencio.
Sadie tocó la pantalla y abrió un álbum de fotos. Se cargaron una serie de imágenes: documentos, registros y, de repente, una fotografía.
Era una vieja foto de grupo: ella y sus padres, congelados en el tiempo desde su infancia.
Los bordes de la imagen se habían amarilleado con el paso del tiempo, pero los rostros de sus padres seguían siendo sorprendentemente nítidos.
Sus dedos se posaron sobre sus rostros, trazando ligeramente los contornos que una vez le fueron familiares en la pantalla.
Parecían haber sonreído ayer mismo, pero ahora parecían increíblemente lejanos, separados por años, por la ausencia, por el silencio.
Pasó a la siguiente imagen y se quedó paralizada.
Un documento ocupaba toda la pantalla. Era un contrato.
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«Notificación de contratación de la Dra. Brenda Stewart como investigadora en el Instituto de Investigación NE».
Se le cortó la respiración.
Brenda Stewart: el apellido de soltera de su madre.
Amplió la imagen y sus ojos recorrieron cada línea del texto.
Sadie recordaba, incluso de niña, lo mucho que su madre estaba fuera, siempre viajando por trabajo, ausente durante semanas.
Siempre había creído que las frecuentes ausencias de su madre se debían a responsabilidades corporativas: viajes de negocios, reuniones. ¿Pero esto?
¿El Instituto de Investigación NE? ¿Qué tipo de lugar era ese?
Con una punzada de inquietud, Sadie sacó su teléfono y, con manos temblorosas, empezó a escribir.
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