El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1237
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Capítulo 1237:
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Tras un momento de silencio, su respuesta fue perezosa y contundente. «El cincuenta por ciento».
La ira se apoderó de Sadie y, por un momento, la oscuridad amenazó con abrumarla.
Para ella, eso no sonaba mejor que lanzar una moneda al aire.
¿Cómo podía alguien arriesgar una vida con tanta ligereza?
Confiar en alguien tan enigmático como Hurst le parecía casi imposible.
Hurst se encogió de hombros con una mirada divertida. «Hay demasiadas variables en juego. Si necesita certezas, señorita Hudson, quizá sea mejor que busque otro cirujano».
La respuesta golpeó a Sadie como una bofetada, dejándola con el pecho oprimido por una furia incontenible.
Apretó los dientes y luchó por mantener la compostura.
En ese momento, ¿qué otra opción le quedaba sino confiar en Hurst, por impredecible que fuera?
El peso de la impotencia la oprimía, amenazando con devorarla por completo. Tras respirar hondo y reflexionar un momento, abrió los ojos con una determinación que disipó todas sus dudas.
—¿Cuándo empezamos?
Con su resolución clara como el agua, Hurst se enderezó y se sacudió unas motas invisibles de la camisa. —El día casi ha terminado. Primero tengo que hacer algunos preparativos.
Hurst miró su reloj. —Mañana por la mañana.
Sadie asintió en silencio, con un silencio que era como un frágil dique que contenía una marea de irritación.
Una sonrisa astuta e indescifrable se dibujó en los labios de Hurst. —Tengo otros asuntos que atender, así que me voy.
Sin decir nada más, se dio la vuelta y se alejó con tranquilidad.
Sadie no se molestó en mirarlo.
Era como si le hubieran sacado el aire de los pulmones, como si le hubieran drenado hasta la última gota de fuerza.
Se dejó caer en la silla más cercana, envuelta en un pesado manto de cansancio que la oprimía como el crepúsculo que caía rápidamente.
En ese momento, el sonido de unos pasos familiares rompió el silencio.
Tina apareció, con el rostro marcado por la preocupación.
—Sadie, la situación en la clínica está bajo control. Los invitados a la inauguración están tranquilos y se ha limpiado todo, no hay más heridos. —Titubeó, con la voz ligeramente temblorosa, antes de continuar—. La señora Hudson… nuestro equipo informa de que Hurst se ha llevado a Stuart a esa vieja fábrica de pintura a las afueras. ¿Seguimos buscándolo?
Sadie negó lentamente con la cabeza, con el cansancio visible en cada gesto. —No será necesario, Tina.
El destino de Stuart ya no importaba.
Lo que hubiera entre él y Hurst era asunto suyo.
Ahora solo pensaba en Noah.
Impulsada por la necesidad de asegurarse de que todo estuviera bajo control, o tal vez solo para sentir que aún tenía algo de control, Sadie enderezó la postura y reunió las pocas fuerzas que le quedaban.
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