El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1235
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1235:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Hurst se dio la vuelta lentamente, con paso deliberado, y la miró a los ojos sin vacilar.
Levantó la mano derecha y dejó que sus dedos se deslizaran por el aire con cuidadosa precisión.
«El plan es sencillo. Con una aguja larga especialmente diseñada, perforaré el tímpano del Sr. Wall y llegaré directamente a su cerebro. De esa forma, podremos extraer todos los coágulos de sangre que hay en el interior. La última vez que lo traté, solo conseguí extraer unos pocos coágulos de la superficie. Eso no fue suficiente para solucionar el problema».
Sadie sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
La sola idea le revolvió las entrañas.
Sonaba más a un tormento que a un tratamiento.
Hurst curvó un poco más los labios. Era evidente que le divertía el miedo que ella sentía.
—Debe comprender que este método es increíblemente peligroso —añadió con calma—. Si tenemos suerte, se eliminarán los coágulos de sangre y el Sr. Wall podría despertar. Incluso podría recuperar su vida. Pero si algo sale mal… —Hurst hizo una pausa, con una mirada burlona—. Entonces podríamos quedarnos con alguien que no puede pensar ni hablar. En ese momento, señorita Hudson, no tendrá más remedio que empezar a prepararse para decir adiós».
Su explicación fue dura, y cada palabra se clavó más profundamente en el pecho de Sadie.
Una repentina sensación de frío la invadió.
Le lanzó a Hurst una mirada tan feroz que podría haber cortado un cristal.
Hurst se limitó a encogerse de hombros, actuando como si su ira no significara nada para él.
Incluso levantó las manos en señal de inocencia.
—Por favor, señorita Hudson. No hay necesidad de mirarme así.
«Aunque mis palabras puedan sonar duras, no puede negar la verdad», comentó Hurst con calma.
La vida y la muerte pendían de un hilo, pero él hablaba como si el resultado no importara lo más mínimo.
Sadie sintió que se le oprimía el pecho y que se le aceleraba el respiración mientras se daba la vuelta bruscamente. En la cama del hospital, el rostro de Noah seguía pálido, pero sus ojos brillaban con una claridad inesperada.
Permaneció en silencio, mirándola con esa mirada tierna que ella conocía tan bien.
Dentro del pecho de Sadie, su corazón latía con confusión y temor.
¿Podía arriesgarlo todo y dejar el destino de Noah en manos del azar?
El éxito significaría más años con él, tal vez incluso una recuperación completa.
¿Perder? Ese resultado era impensable.
Las posibilidades eran casi demasiado horribles para imaginarlas.
Sin embargo, dejar las cosas como estaban significaba ver a Noah desvanecerse con cada día que pasaba.
Cada palabra de Hurst pesaba como una losa, exigiéndole una decisión que no quería tomar.
.
.
.