El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1234
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Capítulo 1234:
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«No pasa nada», dijo con calma, con un tono tranquilo y sereno.
Noah todavía parecía demasiado frágil para recibir visitas.
Solo cuando él se acomodó, Sadie se levantó de nuevo, con postura tranquila. —¿Cuál es tu plan para el tratamiento de Noah? ¿Y qué hay de Stuart? ¿Ya se han ocupado de él?
No le preocupaba especialmente el destino de Lawson, pero no podía ignorar la naturaleza despiadada de Hurst.
Una sonrisa burlona se dibujó en la comisura de los labios de Hurst, con una expresión fría como el hielo.
Su mirada se deslizó hacia la mano vendada de Sadie, fijándose en la gasa blanca que contrastaba con su pálida piel.
El marcado contraste entre el vendaje y la piel parecía magnificar su vulnerabilidad. A pesar de la escena, la expresión de Hurst no se suavizó en absoluto. No había ni rastro de compasión.
—Veo que tienes la mano vendada —dijo Hurst con voz casual, casi indiferente, como si estuvieran hablando del tiempo—. ¿Aún no confías en mí?
Sadie lo miró fijamente.
Se mantuvo firme, sin pestañear bajo su mirada impenetrable. —¿Hay alguna razón por la que debería confiar en usted? —preguntó, con palabras duras y totalmente justificadas.
La confianza nunca era una palabra que pudiera aparecer en la misma frase que Hurst.
Una risa suave y sin humor se le escapó mientras esquivaba por completo su pregunta.
Para alguien como Hurst, la confianza era irrelevante: lo único que importaba era el resultado. Dándose la vuelta, centró su atención en Noah, que yacía en la cama, más como un rompecabezas que como un paciente.
—He leído el expediente del señor Wall de camino aquí. Decir que su situación es crítica es quedarse corto.
La tensión se hizo palpable, como si la temperatura hubiera bajado de repente. Sadie apretó los dedos con fuerza a los lados del cuerpo, una reacción involuntaria que no pudo reprimir.
La realidad nunca le había impedido ver el frágil estado de Noah, pero oírlo decir tan claramente por Hurst le provocó una nueva oleada de pánico.
Hurst no dio ninguna señal de que le importara su angustia, lo notara o no. Continuó hablando con ese tono impasible.
—La supuesta solución de Stuart, implantar un chip en el cerebro del señor Wall, puede que lo mantenga con vida por ahora. —Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios—. Pero no lo confundas con una solución real. Eso es solo un parche, no es el tipo de solución que se necesita aquí.
Una sombra sombría cruzó el rostro de Sadie.
Los hechos eran los hechos, y no podía negar la verdad de sus palabras.
Una persona imprudente como Stuart estaba destinada a buscar respuestas desesperadas y poco meditadas, dejando un rastro de consecuencias a su paso.
Aun así, la confianza en el tono de Hurst indicaba que no había terminado ni mucho menos. Había algo peligroso en él: Hurst nunca mostraba todas sus cartas y era imposible predecir sus movimientos.
—Entonces, ¿qué sugieres exactamente? —preguntó ella, articulando cada palabra con claridad.
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