El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1233
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Capítulo 1233:
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Pero entonces otra preocupación la inquietó.
El teléfono de Jack.
¡Ese mensaje que nunca envió!
Cada palabra se repetía en su mente, aguda y dolorosa.
Sadie dudó, con voz tranquila pero inquisitiva. —Noah, ¿hay algo que no me hayas contado?
El abrazo de Noah se tensó durante un instante.
Aflojó el abrazo y la miró con el ceño fruncido, desconcertado. —¿Qué pasa?
«¿Sadie? ¿Por qué me preguntas eso de repente?».
Sadie buscó en su expresión cualquier indicio de engaño.
Todo lo que vio en sus ojos fue auténtica confusión. Nada parecía falso.
Una sombra se reflejó en sus ojos.
¿Era posible que lo hubiera malinterpretado todo?
Sacudió ligeramente la cabeza, reprimiendo la confusión de sentimientos, y esbozó una sonrisa débil y tranquilizadora. —No es nada. De verdad.
Noah se quedó quieto, percibiendo la tensión tácita en los ojos de ella.
Aun así, decidió no insistir.
Lo más importante era que Sadie estaba allí con él, y nada más parecía importante.
La volvió a abrazar, sosteniéndola como si fuera algo precioso que casi había perdido.
Sin embargo, la mente de Sadie se negaba a tranquilizarse.
El mensaje del teléfono de Jack no dejaba de rondarle por la cabeza.
Necesitaba saber la verdad, costara lo que costara.
Si Noah era inocente, ¿podría ser que alguien hubiera manipulado el teléfono?
Una tos seca rompió el silencio desde la puerta. «Ejem. Ejem». Sadie y Noah reaccionaron al unísono, volviéndose hacia el sonido.
En el umbral, Tina dudó, con el nerviosismo reflejado en su rostro, mientras Hurst se cernía en silencio detrás de ella.
Vestido con su característico traje oscuro, Hurst no se parecía en nada al profesional pulido que era en la clínica. Tina entró en la habitación, con las mejillas sonrojadas por la vergüenza. «Sadie, siento interrumpirte».
Retorciéndose los dedos con nerviosismo, miró ansiosa a Hurst.
—Hay… bueno, el Sr. Lawson quería…
No hacía falta decir nada más. La presencia de Hurst llenaba la habitación, su silencio era más elocuente que cualquier saludo.
Nadie podía ignorarlo, por mucho que lo intentara.
Sadie acarició suavemente el brazo de Noah, animándolo a mantener la compostura.
Con cuidado, ayudó a Noah a recostarse contra las almohadas, asegurándose de que estuviera cómodo.
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