El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1232
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Capítulo 1232:
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Beal inclinó la cabeza en señal de reconocimiento. «Entendido, señor Perry».
Humphrey dejó la taza sobre la mesa, haciendo que chocara suavemente contra el platillo. Sin decir nada más, se levantó de su asiento y salió de la cafetería, dejando atrás a Beal.
Mientras tanto, Sadie había llegado a la suite VIP del hospital donde Noah se estaba recuperando.
Sadie abrió la puerta con cuidado para no perturbar la tranquilidad del interior.
La luz dorada del sol se filtraba a través de las persianas, pintando patrones cambiantes en la tranquila habitación.
Noah llevaba una bata de hospital holgada. Parecía frágil mientras se apoyaba en la ventana, dejando que el sol de la tarde lo bañara. El ángulo de la luz hacía que sus rasgos parecieran aún más delicados.
El suave clic de la puerta llamó su atención y giró la cabeza lentamente. Al ver a Sadie, esbozó una leve sonrisa, pero su mirada se detuvo en los hombros de ella, con algo titilando en su expresión.
Con la misma rapidez, la sonrisa se desvaneció y la incertidumbre se apoderó de sus ojos.
¿Era la chaqueta de Alex la que Sadie llevaba puesta?
¿Por qué llevaba ella su abrigo?
Sus ojos se desviaron hacia abajo, casi por accidente, y se posaron en su mano izquierda, envuelta en vendajes gruesos.
Al ver las vendas, sus ojos se abrieron con alarma.
Inmediatamente intentó levantarse de la silla, con pánico evidente en su voz. —Sadie, ¿qué te ha pasado en la mano? ¿Cómo te has hecho eso? ¿Es grave?
Al ver lo alterado que estaba, Sadie sintió una oleada de calor y se acercó rápidamente, presionándole suavemente el hombro para impedir que se levantara.
Intentó tranquilizarlo con una sonrisa suave y tranquilizadora. «No es nada, solo un rasguño».
Noah tenía los ojos fijos en su mano, con la preocupación reflejada en cada rasgo de su rostro.
Para tranquilizarlo, Sadie levantó la mano vendada y la agitó juguetonamente, con la esperanza de restarle importancia a la herida. —De verdad que no es nada grave. El médico me ha mirado y dice que no hay ningún hueso roto. En un par de días estaré bien.
Noah extendió suavemente la mano y le rozó los vendajes fríos que le envolvían la mano. Solo entonces se relajó un poco la tensión de su postura, aunque la preocupación seguía presente en sus ojos.
La culpa lo carcomía. Si no hubiera sido por él, Sadie nunca habría corrido peligro.
Sadie, adivinando sus pensamientos, le tranquilizó con suavidad. —Ya he arreglado las cosas con Hurst. Esta vez no se atreverá a hacerme ninguna jugarreta. —Su voz no dejaba lugar a dudas.
Noah reaccionó de inmediato y, con la mano libre, que no estaba conectada al gotero, la atrajo hacia sí. La apretó con fuerza contra su pecho y la abrazó con fuerza.
Bajó la barbilla hasta que descansó sobre la cabeza de ella y, cuando finalmente habló, sus palabras fueron duras, pero llenas de afecto. —Has pasado por mucho últimamente, Sadie.
Ella se derritió en su abrazo, dejando que el calor de sus brazos y el latido constante de su corazón la liberaran del agotamiento que llevaba consigo. Por primera vez en días, se sintió realmente a salvo.
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