El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1228
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Capítulo 1228:
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«¡Muere, Stuart!». La voz ronca del hombre resonó por todo el salón, llena de odio profundo y evidente locura.
El frío brillo de la hoja petrificó a todos durante dos segundos, y luego, de repente, todos gritaron y lloraron alarmados. Se desató el caos mientras los invitados se dispersaban presa del pánico.
Sadie apretó los dientes. El peligro era muy real.
Por desgracia, el personal de seguridad que había contratado luchaba ahora por abrirse paso entre la multitud que huía. No podrían llegar a tiempo para salvar a Hurst.
El agresor bajó la daga y la hoja cortó el aire en un arco perfecto.
En ese momento crítico, los pensamientos de Sadie se dispersaron como pájaros asustados, pero su cuerpo se movió con una certeza primitiva.
Apretó los dientes y se lanzó hacia Hurst sin pensar.
La fría hoja se abalanzó hacia ellos, haciéndose cada vez más grande a sus ojos.
Sin dudarlo, agarró la afilada daga con la mano desnuda.
El dolor le atravesó la palma como un rayo y la sangre comenzó a brotar a borbotones. La punta de la daga se detuvo a pocos centímetros del corazón de Hurst.
Si Sadie hubiera tardado un segundo más, el resultado habría sido catastrófico.
El sudor frío perlaba la frente de Sadie mientras su corazón latía con fuerza y el pánico la invadía.
Podía sentir cómo le temblaba la mano alrededor de la hoja, resbaladiza por su propia sangre.
Alex miró la sangrienta escena en estado de shock, con el rostro pálido.
Se apresuró a acercarse y sacó un pañuelo limpio del bolsillo para presionarlo contra la herida. —¡Sadie! —La preocupación tensó su voz.
Por fin, los guardaespaldas entraron en acción, abriéndose paso entre la multitud con rápida eficacia.
En cuestión de segundos, derribaron al agresor y lo inmovilizaron contra el suelo hasta que no pudo moverse.
Uno de los guardaespaldas le arrancó la gorra, dejando al descubierto un rostro desencajado por la furia.
¡Era Stuart!
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Los músculos rígidos de Sadie finalmente se relajaron y ella exhaló un tembloroso suspiro de alivio.
La palma de la mano aún le dolía, pero la satisfacción le calentaba el pecho.
Los desesperados esfuerzos de hoy por fin habían dado sus frutos. Lo había conseguido.
Desde donde estaba, Hurst lanzó una mirada significativa a Sadie, que había arriesgado su propia seguridad para protegerlo.
Nunca en su vida alguien había actuado de forma tan desinteresada para salvarlo.
Aunque entendía que esta mujer tenía sus propios motivos para hacerlo, un sentimiento indescriptible brotó en su corazón antes de desaparecer rápidamente, como si nunca hubiera existido.
Aclarando la garganta suavemente, como si intentara deshacerse de algo desagradable, volvió su atención hacia Stuart, que seguía retorciéndose en el suelo. Una lenta sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de Hurst mientras observaba la patética escena.
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