El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1215
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Capítulo 1215:
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«Increíble». Su voz temblaba por la contención. «Deberías esperar fuera. Voy a buscar a alguien para que limpie esto».
«No hace falta». Sadie se enderezó, con la voz ronca por la tos, pero con los ojos claros y penetrantes.
Se limpió la comisura de la boca y se adentró en la habitación.
Si incluso los de menor rango se estaban volviendo atrevidos, ¿qué pasaría con los astutos ejecutivos?
La última intervención de Blaine había mantenido a algunos a raya, pero no por mucho tiempo.
Ahora, Noah había regresado. No recordaba nada y la postura de su madre no estaba clara. Hailey seguía ahí fuera, lista para causar problemas. Toda la empresa estaba llena de una tensión silenciosa.
Era hora de que recordaran quién dirigía realmente Wall Group.
La expresión de Sadie se volvió fría y decidida.
—Tina.
—¿Sí, Sadie?
«Convoca una junta de accionistas para las dos de la tarde».
El rostro de Tina se puso serio. Asintió rápidamente. «Entendido. Me pongo a ello inmediatamente».
Tina entendió lo que eso significaba. Sadie había dejado de jugar a la defensiva. Estaba a punto de contraatacar, de manera formal.
A las dos en punto, Sadie empujó la pesada puerta de madera de la sala de conferencias de la última planta de Wall Group.
La luz del pasillo enmarcaba su silueta, proyectando una larga sombra sobre el suelo pulido. La sala estaba vacía.
Las filas de sillas de cuero con respaldos altos estaban intactas alrededor de la larga mesa de reuniones, disfrutando del sol de la tarde como si se burlaran de su puntualidad.
Sadie se quedó junto a la entrada. Su mirada recorrió los asientos vacíos, fría e indescifrable.
El silencio parecía artificial, demasiado preciso, demasiado deliberado.
Aun así, se quedó allí, inmóvil.
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Llamaron a la puerta. Llamaron dos veces más.
Los golpes secos rompieron el silencio de la sala de conferencias.
Tina dio un paso adelante y abrió la puerta.
Fuera había varios hombres y mujeres vestidos con trajes impecables, cada uno con una expresión diferente.
Eran secretarios y asistentes que representaban a los principales accionistas del Wall Group.
Algunos se comportaban con tranquila arrogancia, mientras que otros evitaban por completo la mirada de Sadie.
Al frente había un hombre con gafas de montura dorada: el asistente de Cedric Miller. Hizo una reverencia cortés. —Señorita Hudson, le pedimos disculpas. El señor Miller tiene una reunión urgente y no podrá asistir.
A continuación se acercó una mujer con aire profesional y sereno: la secretaria de Davis Finch. —El Sr. Finch no se encuentra bien —dijo—. Lo han llevado al hospital y me ha pedido que se lo comunicara personalmente.
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