El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1212
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Capítulo 1212:
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«Sí, señora Hudson».
Empezó a alejarse, pero se detuvo cuando algo extraño llamó su atención en el borde de su campo de visión.
En una de las esquinas del edificio que permanecía prácticamente intacta, un destello metálico brillaba entre el polvo y los escombros.
La curiosidad se despertó. ¿Qué podía ser?
Sadie frunció el ceño y le indicó al guardaespaldas que echara un vistazo. Este se acercó rápidamente y apartó los escombros hasta que quedó a la vista una pequeña caja metálica, medio oculta entre las cenizas.
La caja era completamente negra y tenía una cerradura oxidada que colgaba del pestillo.
Sadie se agachó e intentó soltar el candado, pero no se movió.
Al sacudirla suavemente, se oyó un ruido sordo en el interior, lo que indicaba que aún había algo dentro.
—Señorita Hudson, parece una caja fuerte en miniatura —dijo el guardaespaldas, mirando de cerca la cerradura—. Por cómo está construida, si la rompemos podríamos dañar lo que hay dentro.
—Busca un cerrajero para que la abra correctamente. Asegúrate de que no se dañe nada dentro —respondió Sadie con un gesto firme.
¿Podría ser esta caja de sus padres? ¿Qué secretos guardaría?
Sadie se enderezó y volvió a posar la mirada en los restos destrozados del edificio. Solo quedaban paredes carbonizadas y fragmentos rotos, sin rastro alguno del calor familiar.
Suspiró profundamente mientras se recompuso y se preparaba para marcharse. Dio un paso, pero se estremeció al sentir que su zapato presionaba algo duro bajo sus pies.
Frunció el ceño mientras movía el pie y apartaba una gruesa capa de polvo.
Un pequeño objeto redondo brillaba débilmente a la tenue luz.
Se agachó y quitó el polvo, descubriendo una sola perla.
Yacía en su palma, blanca y lisa, con el brillo aún intacto bajo toda la suciedad.
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¿Era una perla que alguien había dejado allí hacía mucho tiempo?
Los dedos de Sadie recorrieron su superficie fría y brillante, y algo brilló en su mirada.
Guardó la perla con cuidado en su bolso y salió del edificio sin mirar atrás.
Un Maybach negro se detuvo frente a la sede de Wall Group.
Sadie salió, sus tacones golpeando el pavimento con determinación. Desapareció en el edificio, con paso firme.
En la zona de recepción, un grupo de jóvenes empleados se apiñaban detrás del mostrador, cuchicheando y riendo. Algunos miraban distraídamente sus teléfonos.
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