El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1196
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Capítulo 1196:
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Sus manos se cerraron en puños y las uñas se le clavaron profundamente en la piel.
Sin darse cuenta, murmuró entre dientes, aferrándose incluso a un destello de fe.
¡No! Se negaba a quedarse de brazos cruzados. ¡Tenía que hacer algo!
Entonces lo vio claro. Hurst. Si alguien podía ayudarla en esta pesadilla, era él.
Levantó la cabeza bruscamente, con la determinación reflejada en su rostro. Sin perder tiempo, llamó a su guardaespaldas.
—Lleva a Hurst al hospital Jazmah Hopevale. Inmediatamente. —Y colgó sin decir nada más.
Sadie se quedó inmóvil, mirando la entrada cerrada.
Pasaron treinta minutos. Finalmente, la puerta se abrió con un chirrido.
El médico que la atendía salió con la frente empapada en sudor y el rostro impasible.
Cuando vio a Sadie, un destello de lástima cruzó su rostro. Su voz era áspera.
—Señora Hudson, el señor Wall sigue en estado crítico. Hemos hecho todo lo posible, incluso administrarle adrenalina. En este momento, no sabemos si se estabilizará. Si su determinación lo mantiene con vida, eso podría darnos una pizca de esperanza. De lo contrario, tendremos que considerar medidas alternativas más invasivas. ¿Da su consentimiento?
Cada sílaba era más dolorosa que la anterior. Sadie apretó los dedos hasta que le dolieron los nudillos.
Intentó responder, pero la garganta se le cerró y se le hizo un nudo de emoción.
En ese momento, el eco de unos pasos mesurados llegó a sus oídos.
Al final del pasillo se encontraba el hombre al que había llamado, acompañado por el guardaespaldas.
Era Hurst, todavía vestido de manera informal, con la mirada tranquila y el semblante impenetrable. Era como si supiera que este momento era inevitable.
Se acercó, haciendo crujir los nudillos en silencio, y la miró fijamente con una calma inquebrantable.
—Señorita Hudson, parece que ha tomado una decisión.
El rostro de Sadie se ensombreció. Se dio la vuelta, con la decisión tomada.
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Por el bien de Noah, no tenía otra opción. Hurst era su última esperanza.
—Dr. Lawson, usted afirma poseer habilidades extraordinarias para preservar la vida.
—Las palabras no sirven de nada si no puede cumplir su garantía. Si quiere que acepte sus condiciones y trabaje con usted, primero tiene que demostrar su valía. Muéstreme lo que sabe hacer. Hágame creer que vale la pena correr el riesgo —dijo Sadie.
Una leve sonrisa se dibujó en los labios de Hurst, una sonrisa divertida y de tranquila confianza. Levantó las manos con indiferencia, tan despreocupado como siempre. —Claro, no hay ningún problema.
De hecho, para él era pan comido.
De hecho, Hurst ya estaba entrando en la habitación del hospital de Noah antes de que la última palabra saliera de su boca.
Su actitud despreocupada contrastaba con la tensión sombría que se respiraba en el ambiente.
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