El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1194
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Capítulo 1194:
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«Sí, señor Howe», murmuró ella.
Dos guardias se acercaron y la escoltaron en silencio fuera de la habitación.
Alex se desplomó en el sofá. Hizo girar el vino en su copa, pero había perdido toda ganas de beber.
El destino de Noah seguía en el aire. Aún no se sabía si recuperaría la conciencia.
Alex tenía los ojos puestos en el hospital día y noche. Nada se le escaparía.
En el hospital Jazmah Hopevale,
Sadie iba a recibir el alta hoy.
Tenía que volver a la empresa y tomar el control del caos.
Wall Group había sido el trabajo de toda la vida de Noah. También era un símbolo de orgullo tanto para su abuelo como para Nigel. No permitiría que se derrumbara bajo su supervisión.
Se movía con eficiencia, recogiendo sus pertenencias en una pequeña bolsa cuando se fijó en Tina, que estaba cerca, con el ceño fruncido por la irritación.
Tina, que solía ser alegre y habladora, ahora tenía el ceño fruncido y parecía desanimada.
La expresión de Sadie se suavizó al acercarse, y su voz sonó alegre. —¿Qué pasa? Nuestra pequeña rayita de sol parece muy nublada.
Tina hizo un puchero dramático.
—Sadie, no te lo vas a creer. ¡Blaine es lo peor! —exclamó, con las mejillas hinchadas por la frustración—.
—Anoche tuvo una extraña reacción alérgica a las vitaminas y ahora está ingresado en el hospital. ¡Eso le pasa por estar siempre haciendo tonterías! —Tina dio una palmada a la hoja de la planta más cercana como si fuera el propio Blaine.
Sadie no pudo evitar reírse de sus payasadas.
«Si estás tan preocupada, admítelo. Te prometo que no te burlaré».
Hizo una pausa y añadió con un tono suave: «No hay prisa. Deberías pasar a verlo. Ha hecho mucho por nosotros últimamente».
Los ojos de Tina se iluminaron brevemente, pero rápidamente se apartó, con las mejillas sonrojadas.
—¡Sadie! ¡No seas ridícula! Blaine coquetea con todo lo que se mueve. Seguro que ya hay un montón de admiradoras a su lado. ¿Por qué iba a plantearme ir? ¡Ni lo sueñes!
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Sadie observó su reacción nerviosa con creciente diversión, y las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba.
Se inclinó hacia ella y le susurró con voz juguetona: «¿De verdad no vas a ir?».
Tina infló las mejillas e inclinó la cabeza hacia un lado, con los ojos desafiantes, negándose a mirar a Sadie o a decir nada.
Su actitud malhumorada tenía cierto encanto. Siempre hablaba con sarcasmo, pero en el fondo era muy tierna.
Sadie contuvo una sonrisa, carraspeó un poco y adoptó un tono de falsa autoridad. «Muy bien. Si esa es tu actitud, como mi asistente, harás una visita de cortesía a nuestro valiente Sr. Castro en mi nombre. Es parte de tu trabajo».
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