El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1191
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Capítulo 1191:
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Sus labios se crisparon con desdén.
Y, sin embargo, la imagen de un niño febril, con las mejillas enrojecidas mientras gritaba en medio de una angustia total, apareció en su mente, sin ser invitada y no demasiado bienvenida.
Más importante aún, el niño se parecía mucho a Sadie.
Pero no era momento para sentimentalismos.
Había trazado sus planes con precisión implacable. En lo que a él respectaba, no había margen para el error, por trivial que fuera. Sadie, el Grupo Wall… Iba a quedarse con ambos.
Aun así, un bebé enfermo y quisquilloso era un problema, sin duda.
Tras reflexionar un momento, Alex dijo: «Tráela aquí. Pero asegúrate de mantenerla bajo vigilancia constante. Debe estar a la vista las veinticuatro horas del día. Y si intenta algo…».
La mirada de Alex se volvió repentinamente aguda, como una fría y mortal espada envenenada. «No te molestes en mantenerla con vida».
Egan sintió otro escalofrío recorrerle la espalda, clavándolo al suelo. —Sí, señor. —Levantó la cabeza con cautela y miró de reojo al hombre que tenía delante.
Alex ya no era el joven melancólico y tierno que recordaba. En algún momento, Alex se había convertido en un extraño, y además en uno despiadado y aterrador.
El corazón de Egan se retorció al pensarlo, pero sabía que era mejor no expresar sus opiniones. Hizo una reverencia y se retiró de la habitación.
Horas más tarde, la tensión asfixiante en la villa finalmente se había disipado, aunque solo un poco. Egan regresó al estudio, esta vez con un paso notablemente más ligero.
—Señor, Salex ha bajado la fiebre. Ahora duerme plácidamente.
Alex estaba de pie frente a la ventana, mirando la oscuridad de la noche.
Se volvió y asintió al oír la noticia. Sintió que se le deshacía un nudo en el pecho. Era una suerte que Salex se hubiera calmado por fin. Era un problema menos con el que lidiar.
Alex tardó unos segundos más en darse cuenta de que Egan seguía en la habitación. —¿Qué pasa?
—Señor —dijo Egan respetuosamente—, la señorita Burgess pide verlo.
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Alex soltó una risita burlona.
Hailey no sabía cuándo dejarlo, ¿verdad? ¿De verdad creía que hacer de enfermera durante unas horas iba a cambiar algo?
Sin embargo, Alex tenía que admitir que su persistencia era algo intrigante. ¿Qué truco se estaría sacando de la manga esta vez?
—Que pase.
Unos instantes después, la pesada puerta del estudio volvió a abrirse con un chirrido.
Hailey entró tambaleándose, empujada por dos guardaespaldas de rostro adusto encargados de vigilarla.
Tenía las manos atadas a la espalda con una cuerda áspera. En contraste con su aspecto habitual, siempre pulcro, ahora tenía el pelo enredado y el rostro pálido y demacrado tras varios días de confinamiento.
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