El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1188
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Capítulo 1188:
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El sudor le corría por la sien.
Barrió rápidamente la zona, listo para escabullirse sin ser visto.
¡Bang!
La bandeja se le resbaló de las manos temblorosas y se estrelló contra el suelo, esparciendo cristales y instrumentos metálicos por todas partes.
Lenny se dio la vuelta, con el corazón en un puño.
Blaine se había desplomado en el suelo, con el cuerpo estirado. Su piel estaba cubierta de manchas rojas que se extendían por sus brazos y cuello. Varios guardias vestidos de negro se acercaron corriendo. Al ver a Blaine, sus expresiones se volvieron letales.
—¿Qué demonios le ha inyectado al señor Castro?
Las rodillas de Lenny casi se doblaron. Apenas pudo articular palabra.
—¡Está teniendo una reacción alérgica! ¡Tenemos que actuar ahora mismo! ¡A urgencias, inmediatamente!
Los guardias dudaron. Hacía solo unos momentos, Blaine estaba consciente. ¿Y ahora esto? El pulso de Lenny latía con fuerza en sus oídos mientras su demora alargaba el momento. Un sudor helado le empapaba la espalda.
«¡Reacciones como esta pueden estar causadas por diversos factores! No lo sabremos hasta que hagamos un diagnóstico, pero si esperamos, ¡podría morir!».
La mirada del jefe de seguridad podía cortar el acero. La muerte de Stan aún flotaba en el aire como el humo. La confianza se había esfumado. Pero la supervivencia de Blaine era lo primero.
Apretando los dientes, el hombre gritó: «¡Lleven al Sr. Castro a urgencias! ¡Ahora mismo!».
Luego se volvió hacia Lenny, con voz gélida. —Más te vale rezar para que sobreviva.
«Si te atreves a jugar con nosotros o a alimentar ideas peligrosas, toda la familia Castro convertirá tu existencia en una pesadilla sin fin».
Lenny tembló violentamente desde la cabeza hasta los pies, completamente paralizado por las amenazantes palabras. Su rostro perdió todo rastro de color, quedando pálido como la muerte.
Abrió ligeramente la boca, pero no le salió ningún sonido. No pudo hacer nada más que asentir desesperadamente en señal de rendición.
Pasaron sesenta minutos antes de que los primeros rayos del amanecer comenzaran a pintar el horizonte más allá de las ventanas.
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La luz roja de emergencia que brillaba sobre la puerta de la sala de urgencias finalmente se apagó.
Blaine había sido arrancado de las puertas de la muerte. Sin embargo, sus párpados permanecían cerrados: había caído en un profundo estado de inconsciencia.
Lenny se quitó la mascarilla quirúrgica con dedos cansados. A pesar del cansancio que le marcaba profundas arrugas en el rostro, su voz se mantuvo firme y controlada.
—El Sr. Castro ha escapado del peligro inmediato, pero su situación sigue siendo frágil e impredecible. Debe ser trasladado inmediatamente a la unidad de cuidados intensivos para permanecer en observación continua las veinticuatro horas del día.
El jefe de seguridad, Trevor Jiménez, se colocó frente a la entrada de la sala de Blaine y observó la escena a través de la barrera transparente. Sus ojos permanecían fijos en la figura inmóvil y sin color que yacía en el interior.
Tras comprobar que los signos vitales de Blaine se habían estabilizado por el momento, se permitió exhalar ligeramente en señal de alivio.
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