El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1186
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Capítulo 1186:
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«¡Sr. Howe, reconsidere esta decisión!», dijo el médico, con la voz temblorosa como las hojas en otoño. «Es el heredero de la familia Castro. Si le tocamos, Ralph Castro…».
«¡Silencio!», ladró Alex, con una voz tan aguda que parecía capaz de cortar el acero. «Esta es nuestra única opción. ¡Cualquiera que se interponga en mi camino será destruido!».
Alex respiraba con dificultad, pero su voz seguía sonando fría. Blaine se había buscado este desastre. Si se hubiera ocupado de sus propios asuntos, nunca habría sido necesario tomar medidas tan extremas. Sin embargo, a estas alturas, la retirada era imposible. No podía permitir que Sadie descubriera la verdad. Ni en ese momento ni en ningún otro.
El médico sintió un terror helado recorriendo su espalda. No pudo reunir el valor para continuar con sus protestas.
—Entendido, señor Howe. —Sus palabras salieron secas y renuentes, pero se rindió a lo inevitable.
Colgó el teléfono, tragándose el miedo mientras luchaba por mantener la compostura.
Paso a paso, con cuidado, salió de la oscuridad de la escalera.
Mientras tanto, las innumerables horas de actividad frenética mezcladas con una presión aplastante habían acabado por agotar la resistencia de Blaine.
Su vista daba vueltas en círculos vertiginosos. El suelo parecía moverse y girar bajo sus pies. Abrumado por el cansancio total, su cuerpo se tambaleó peligrosamente mientras luchaba por mantenerse en pie.
El médico se dio cuenta y se apresuró a sostener el cuerpo vacilante de Blaine.
—Señor Castro, ¿se encuentra bien? —Su tono denotaba la preocupación justa—. Su aspecto sugiere que está enfermo. ¿Quizás debería tomarse un tiempo para recuperarse?
Blaine despidió al hombre con un gesto brusco, con una expresión de irritación en el rostro.
—Estoy perfectamente bien.
Apenas pronunció la frase, una nueva oleada de vértigo lo abrumó.
Las rodillas le fallaron, dejándole sin otra opción que dejar que el médico lo guiara hasta una silla cercana.
Una catástrofe seguía a otra en una cadena implacable: ¿dónde estaba la oportunidad de respirar?
Stan se había ido. Jack seguía en coma. Su móvil, destrozado. Cualquier pista que pudiera contener estaba ahora fuera de su alcance.
Al darse cuenta del estado de Blaine, el médico volvió a hablar, con voz preocupada. —Señor Castro, esforzarse así le agotará. ¿Por qué no le preparo una habitación para que pueda descansar?
Blaine frunció el ceño. —¿Acaso parezco tener espacio para descansar ahora mismo? Estoy ahogándome en el caos.
A su lado, los dedos del médico se cerraron lentamente en un puño.
No podía avanzar. Mientras Blaine permaneciera allí, todo lo que había planeado se estancaría.
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