El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1183
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Capítulo 1183:
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Alguien había ejecutado su plan directamente bajo su atenta mirada, y ahora esa misteriosa enfermera se había convertido en su objetivo principal.
¿Qué secreto devastador poseía Stan que alguien consideraba digno de matar para protegerlo?
¿Tenía esto algo que ver con las sombrías figuras que se habían llevado a Hailey?
¿Había Stan descubierto accidentalmente información tan amenazante que había sellado su destino?
Independientemente de la verdad concreta, un hecho se cristalizó con brutal claridad: esta conspiración era mucho más profunda de lo que jamás había imaginado, y encontrar a esa enfermera escurridiza era su único camino hacia las respuestas.
La mirada de Blaine se endureció hasta convertirse en acero glacial, lo suficientemente fría como para congelar la sangre en las venas.
Mientras tanto, Alex irrumpió por la entrada principal de su lujosa villa y entró tambaleándose. Se derrumbó sobre el sofá de cuero color mantequilla, con cada gramo de energía agotado de su cuerpo exhausto.
El caballero refinado y sofisticado que le había mostrado a Sadie se había desmoronado por completo, dejando solo una desesperación cruda a su paso.
Su rostro se contorsionó en un ceño tormentoso mientras se arrancaba la corbata de seda del cuello, agarraba una botella de cristal de whisky añejo del armario de caoba y se la llevaba directamente a los labios.
El fuego líquido que le quemaba la garganta no logró apagar la tormenta que se desataba en su pecho, por lo que volvió a inclinar la botella, con el rostro cada vez más sombrío y amenazador a cada trago.
En ese preciso momento, Egan Palmer, el mayordomo, normalmente sereno, irrumpió por la puerta con el pánico reflejado en su rostro curtido. —¡Señor, tenemos un problema grave!
Alex bajó lentamente la botella de whisky, con profundos surcos marcándose en la frente. —Solo dime qué ha pasado.
Alex se preguntó con tristeza qué catástrofe podría eclipsar la devastación que había supuesto el rechazo total de Sadie.
Egan le comunicó la devastadora noticia con eficiencia profesional: su agente en el hospital acababa de informar de que Stan había experimentado un repentino retorno de la conciencia y había despertado del coma.
La revelación golpeó el plexo solar de Alex con la fuerza devastadora del golpe final de un boxeador de peso pesado.
La botella de cristal se le escapó de los dedos entumecidos y cayó sobre la alfombra con un ruido sordo, mientras el caro whisky empapaba las intrincadas fibras. Se levantó de un salto del sofá, con el shock y la incredulidad grabados en cada rasgo de su pálido rostro, como una máscara grotesca.
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La mente de Alex daba vueltas con preguntas furiosas: ¿cómo había conseguido ese inútil de Stan recuperar la conciencia cuando la muerte parecía inevitable? Y lo que era más importante, ¿había revelado alguno de sus secretos?
—Dame el informe completo inmediatamente. ¿Ha conseguido hablar?
Los ojos de Egan se posaron en el suelo y su voz se redujo a poco más que un susurro. «Puede estar tranquilo, señor. Nuestro agente llegó antes de que pudiera hacerse ningún daño. Stan no pronunció ni una sola sílaba antes de que su corazón dejara de latir».
El alivio inundó el cuerpo de Alex como si fuera morfina, y se desplomó sobre los cojines de cuero cuando las piernas le fallaron.
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