El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1145
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Capítulo 1145:
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«¡Eh! ¡Basta ya! ¡Nos vas a hacer daño!».
Tina miró de reojo al guardaespaldas que tenía a su lado.
Él se apresuró a cerrar la válvula y el chorro se detuvo con un silbido agudo.
Tina soltó la manguera y salió corriendo hacia el callejón, ahora despejado.
Cuando la niebla se disipó, la escena se reveló: Blaine y sus guardaespaldas, empapados hasta los huesos, yacían torpemente en el pavimento.
Blaine se secó el agua de la frente con una mueca de dolor, y las gotas le resbalaron por la mandíbula. —Claro. Sabía que hoy sería un desastre. ¿Quién demonios ha planeado esto? —murmuró con amargura.
Tina exhaló al verlo tan desdichado, pero ileso. Por fin se le relajó el pecho.
Entonces se dio cuenta de que quizá había sido un poco exagerado con el chorro de agua.
Se aclaró la garganta, se enderezó y adoptó su habitual actitud fría y ejecutiva. —Señor Castro, ¿está bien?
El pavimento, ya resbaladizo, brillaba ahora bajo el agua, resbaladizo y traicionero.
Con sus tacones, avanzó con cautela por el suelo resbaladizo.
Justo cuando se acercaba a él, su pie resbaló. «¡Ah!». Blaine había empezado a levantarse al verla tambalearse.
Por instinto, se abalanzó y la agarró en medio de la caída.
Ella aterrizó directamente contra él, mucho más cerca de lo que ambos esperaban.
Los guardias apartaron la mirada con torpeza; algunos soltaron risitas, otros se fijaron en las nubes.
Blaine se tensó. La comodidad del abrazo de Tina, el leve rastro de su fragancia… lo desequilibraron por completo. Su pulso se aceleró y, para su sorpresa, sintió que el calor le invadía el rostro.
Arqueó una ceja y esbozó una sonrisa torcida. —Vaya, mírate… ¿lanzándote sobre mí? Lo entiendo, soy irresistible, pero eso ha sido muy atrevido. Antes de que pudiera seguir, Tina recobró el sentido.
Avergonzada e irritada, lo miró con ira y le dio una bofetada en la mejilla.
Aturdido por el golpe, parpadeó mientras ella se alejaba apresuradamente, con el rostro rojo como un tomate maduro.
Blaine se tocó la piel, atónito. ¿De dónde había salido eso? Sin señal, sin aviso, solo el impacto.
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Tina se arregló apresuradamente el vestido y, recuperando el control, adoptó un tono rígido y formal.
—Sr. Castro, levántese. Tenemos que irnos. La Sra. Hudson y el Sr. Higgins ya han ido a rescatar al Sr. Noel.
En cuanto pronunció esos nombres, el ego magullado de Blaine se evaporó. Se puso en pie de un salto.
—Espera, ¿qué? —Sus ojos se agrandaron—. ¿Sadie está aquí? ¡Creía que todavía se estaba recuperando!
Al verlo volver a la acción, Tina exhaló un suspiro que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo.
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