El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1130
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Capítulo 1130:
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«¿Por qué no le dices a tu jefe que Noah intervino? ¿Que ni siquiera llegaste a ver a Sadie?».
Una voz femenina, suave y cargada de sarcasmo, rompió el silencio como un bisturí.
Tanto Stan como Alex se sobresaltaron y giraron la cabeza hacia la puerta.
Hailey entró con aire teatral, con unas gafas de sol enormes que le ocultaban la mitad del rostro y una mascarilla de diseño que le tapaba el resto. El aire estéril ahora transportaba su fragancia característica, demasiado lujosa para una sala de hospital.
El reconocimiento brilló en los ojos de Stan. Apretó la mandíbula y comenzó a responder con voz seca. —Tú…
No llegó a terminar. Dos hombres trajeados, vestidos como sombras, surgieron detrás de ella. Se abalanzaron sobre él al unísono, rápidos, decididos, precisos.
Él se debatió, pero su resistencia solo hizo que su agarre se volviera más firme.
Se quedó paralizado, indefenso, mientras un guardia lo arrastraba por la puerta abierta sin mediar palabra.
¡Pum! La puerta se cerró de golpe detrás de él, silenciando sus protestas en el pasillo.
Una pesada quietud se instaló en la habitación.
Hailey se dejó caer en el asiento junto al colchón con una gracia natural. Se quitó las gafas de sol, dejando al descubierto unos ojos estrechos rebosantes de desprecio tácito mientras examinaba a Alex. Su tez se había vuelto cenicienta.
—Patético —dijo ella en tono suave, pero la palabra le dolió como una navaja sobre la piel en carne viva.
—Lo has dado todo, casi pierdes la vida, ¿y para qué? Ni siquiera se ha molestado en venir a verte.
Alex permaneció en silencio, pero su mirada se endureció hasta convertirse en hielo.
Sin inmutarse por su mirada gélida, Hailey continuó.
—No culpes solo a Noah. Si Sadie realmente hubiera querido venir, nadie habría podido impedirlo. ¿La verdad? Nunca le importaste. Su corazón siempre fue de él.
Cada frase le golpeaba como un martillo en las costillas. Bajo las sábanas, Alex apretó los dedos con fuerza, hasta que los nudillos se le pusieron blancos. El pulso le latía con fuerza en el cráneo.
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—¿Has terminado? —murmuró con voz ronca por la furia contenida.
Hailey esbozó una leve sonrisa, pestañeando con fingida angustia. —Solo expongo los hechos. Pero si te duelen, me callaré. Aun así… ¿de verdad puedes vivir con eso?
Se inclinó hacia él y su voz se volvió sensual, teñida de seducción. —Incluso desde fuera, puedo verlo: te mereces más. Estás tirando tu vida por la borda.
Alex sintió un nudo en el pecho. No quería creerlo. ¿Cómo podía? Seis años había permanecido al lado de Sadie sin vacilar. Entonces, ¿por qué, en el momento en que Noah reapareció, toda su atención se desvió? ¿Por qué él, su escudo, su guardián, su casi salvador, de repente se había vuelto irrelevante?
Hailey lo vio todo en su expresión. Sabía que estaba al límite.
Sus dedos rozaron la mano de él, posándose suavemente sobre su puño cerrado. Bajó la voz de nuevo, suave como el terciopelo e igual de peligrosa. —¿No es esto lo que has estado esperando? ¿A Sadie, solo para ti?
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