El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1127
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Capítulo 1127:
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El coche no se detuvo. Ni un segundo.
Giró bruscamente y desapareció en la noche, sin dejar rastro.
Solo Alex permaneció allí, tendido en un charco de sangre, rodeado de rostros paralizados que lo miraban con incredulidad.
Los transeútes se quedaron sin aliento y se abalanzaron hacia delante.
«¿No es ese el director general del Grupo Howe?».
«¡Que alguien llame a una ambulancia!».
Al otro lado de la calle, Hailey bebía su copa en una cafetería tranquila, con los labios curvados en una sonrisa siniestra.
No podía permitirse que Alex se tomara su tiempo para averiguar lo que había pasado.
Esa brutal conmoción estaba pensada para obligarlo a actuar: la urgencia lo haría obedecer. Mientras los paramédicos subían a Alex al vehículo y se alejaban a toda velocidad, ella guardó el dinero debajo de la taza, se puso las gafas de sol y salió sin mirar atrás.
El guardia de seguridad apostado en la entrada la siguió al instante.
—Señora, el chófer está escondido, tal y como se le ordenó. No se filtrará nada.
Hailey asintió con brusquedad. —Bien hecho. Pero no lo olvides: los muertos no hablan.
El guardia se tensó ligeramente, comprendiendo la velada instrucción. —Entendido. Me encargo yo.
Hailey aprobó en silencio, pero con frialdad, con la mirada dura como el acero.
Había sacrificado demasiado y había maniobrado con demasiada precisión como para permitir cabos sueltos. Cualquier amenaza sería eliminada, de forma permanente.
En el hospital, Sadie se revolvió entre las sábanas, con una sensación de pavor que se enroscaba en su pecho. Gotas de sudor salpicaban su piel.
Mientras dormía, una visión salvaje de una colisión atravesó su mente: violenta, sangrienta, inolvidable.
Se incorporó de un salto con un grito ahogado.
Respirando con dificultad, se dio cuenta de que estaba empapada en sudor.
Se abrazó a sí misma, con el corazón latiendo a toda velocidad.
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¿Qué había sido eso? ¿Por qué tenía sueños tan horribles?
Se oían susurros procedentes del pasillo, confusos e indistintos.
Impulsada por el instinto, tiró la manta a un lado y se levantó apresuradamente.
Su pie resbaló sobre las baldosas y tropezó con un grito.
Asustado por el alboroto, Noah abrió la puerta de un empujón y entró corriendo. Cuando vio a Sadie tirada en el suelo, el miedo se dibujó en su rostro y corrió hacia ella.
—Sadie… ¿puedes oírme?
Sus ojos se desviaron momentáneamente, pero la preocupación que se escondía tras ellos permaneció.
Ella le agarró la mano para mantener el equilibrio, con voz temblorosa. —¿Ha pasado algo? El aire estaba cargado de tensión, que se negaba a disiparse.
Noah vaciló y luego esbozó una sonrisa forzada. —En serio, todo está bien. —La levantó con delicadeza del suelo.
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