El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1117
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Capítulo 1117:
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Sin embargo, a la hora de la verdad, quien siempre había tenido su corazón era Noah. Todos esos seis años que había pasado a su lado no podían compararse con el regreso de un hombre que creía perdido para siempre.
¿Cómo iba Alex a aceptar eso?
Un elegante sedán negro se detuvo justo delante de él, con el motor apenas haciendo ruido.
La ventanilla tintada bajó centímetro a centímetro y, detrás, apareció una mujer con grandes gafas de sol y una sonrisa pícara en sus labios carmesí.
—Señor Howe, ¿qué tal si nos sentamos y hablamos?
Al oír su voz, Alex se puso rígido. Su expresión se endureció y sus ojos se volvieron helados.
¿Hailey? De todas las personas, ¿por qué ella y por qué ahora?
—No tenemos nada que decirnos —dijo con voz aguda y seca.
Sin esperar respuesta, se dio media vuelta para marcharse.
Hailey no se inmutó y mantuvo la compostura. Su voz siguió siendo tranquila. —Sr. Howe, ha perseguido a la Srta. Hudson durante años. ¿Y ahora va a quedarse mirando cómo vuelve con Noah? ¿Cómo va a tener a sus hijos? ¿Así es como piensa terminar esto?
Esas palabras dejaron a Alex helado. Cada sílaba le hirió profundamente, tocando nervios que creía haber enterrado.
Sus hombros se tensaron. Lentamente, se volvió hacia Hailey, con sombras invadiendo su mirada. —¿A qué quieres llegar exactamente?
Su sonrisa se amplió, lenta y deliberadamente. —Esta acera no es el lugar adecuado para hablar de esto. Vamos a un sitio más tranquilo.
Durante un instante, Alex no se movió.
Sabía cómo era Hailey: inteligente, despiadada y peligrosa. Enredarse con ella era como echar leña al fuego.
Pero ella había encontrado su punto débil. Sabía dónde apuntar.
Pasaron unos segundos antes de que él abriera bruscamente la puerta del coche y se deslizara dentro.
El vehículo avanzó sin decir una palabra.
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Treinta minutos más tarde, se detuvo en un barrio olvidado por el tiempo.
Casas en ruinas se extendían en todas direcciones, con las paredes agrietadas y hundiéndose por el paso del tiempo.
Alex miró a Hailey, entrecerrando los ojos con divertida indiferencia.
—Señorita Burgess, ¿cuándo le dio la vida este golpe tan duro?
El comentario dio en el blanco. Hailey apretó la mandíbula y su sonrisa se desvaneció por un instante. Siempre volvía a Sadie. Si esa mujer no hubiera arruinado sus planes cuidadosamente trazados, no estaría escondida en ese rincón miserable de la ciudad.
Hailey tragó el veneno que le subía por la garganta y esbozó una sonrisa forzada y frágil.
—Por aquí, señor Howe.
Sin esperar respuesta, condujo a Alex hacia la pequeña y anodina casa.
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