El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1099
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Capítulo 1343:
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Samuel le respondió en el mismo tono: «El señor Ralph Castro no ha salido de la mansión Castro desde su regreso. El señor Blaine Castro, por su parte, abandonó la ciudad hace poco. Regresó esa misma noche». Samuel hizo una pausa, como si se estuviera preparando. «Hemos descubierto que el día que se marchó fue el mismo día en que Sharon desapareció».
Sadie se detuvo en seco. Miró al suelo, frunciendo el ceño. Blaine otra vez.
Su mirada se volvió gélida. —Quiero ver a Blaine. Dile que vaya a Myrtlewood Estate.
Samuel asintió inmediatamente. «Entendido, señora Hudson. Me pondré con ello ahora mismo».
Pasaron dos horas antes de que Blaine llegara finalmente a Myrtlewood Estate. Como era de esperar, llegaba tarde.
Gotas de sudor brillaban en su frente mientras sus dedos se movían sin descanso, arrugando el cuello de su camisa. El encanto natural que solía brillar en sus ojos había desaparecido, sustituido por una mirada más defensiva que juguetona.
Apretaba las llaves del coche con tanta fuerza que se le pusieron pálidos los nudillos y le dejó la mano húmeda y fría.
¿Por qué demonios Sadie había querido quedar con él? Lo único que había hecho era un simple recado para su abuelo. Ni más ni menos.
Lanzó una mirada desesperada a Samuel, que estaba de guardia en la puerta, esperando incluso una señal sutil de que no estaba a punto de meterse en un desastre.
Samuel se apartó ligeramente y respondió con un simple encogimiento de hombros.
No obtendría ayuda de él. Su papel era cumplir las órdenes de Sadie, no interferir.
Ese pequeño gesto le dijo a Blaine todo lo que necesitaba saber: tenía que enfrentarse a esto solo.
¿Cómo había conseguido Sadie descubrirlo todo tan rápido? Ni siquiera había tenido tiempo de borrar sus huellas.
Si su abuelo se enteraba, Blaine sabía que tendría suerte si salía ileso.
Pero ahora ya no había escapatoria. Se había metido en este lío y no tenía más remedio que afrontar las consecuencias.
Armándose de valor, Blaine se enderezó y entró en la sala de estar. Sadie estaba recostada tranquilamente en el lujoso sofá, con una expresión perfectamente indescifrable. Sobre la mesa, frente a ella, había dos urnas funerarias, una al lado de la otra, silenciosas y siniestras.
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Una fuerte tensión se apretaba sobre la habitación, dificultándole la respiración a Blaine. Un escalofrío le recorrió el cuello, haciendo que su piel se estremeciera con inquietud. Se quedó paralizado, indeciso entre avanzar o retroceder.
Intentó aparentar indiferencia, esbozando una sonrisa que le resultó dolorosamente forzada. —Sadie, me has llamado como si fuera una emergencia —dijo, tratando de aliviar el ambiente.
Su intento de relajar el ambiente fracasó. Sadie ni siquiera se molestó en mirarlo. Su respuesta fue gélida, interrumpiéndolo antes de que pudiera terminar.
—Blaine, dejémonos las formalidades. Patrick ya me lo ha contado todo. ¿Dónde está Sharon?
Blaine sintió que su acusación le golpeaba con fuerza, dejándole sin aliento. La sonrisa forzada se desvaneció y se quedó mirándola con los ojos muy abiertos y atónito.
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