El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1098
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Capítulo 1098:
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Quería acercarse y cogerle la mano, para calmarla y hacerla escuchar su explicación.
Pero Sadie debió de leerle el pensamiento, porque dio un paso atrás, justo fuera de su alcance.
Su mirada era fría y decidida. «Si no me lo vas a decir, entonces descubriré la verdad por mí misma. ¡Lo haré, cueste lo que cueste!».
A Noah se le hizo un nudo en la garganta por la emoción. Si le revelaba la verdad, solo reabriría viejas heridas que aún no habían cicatrizado. Pero sabía que Sadie nunca dejaría pasar este asunto. Si lo investigaba por su cuenta, se pondría en peligro.
Al final, Noah apretó los labios y se dio la vuelta. No dijo nada.
Cuando Sadie lo vio, la chispa de sus ojos se apagó.
Así que todavía no quería decírselo.
Sus labios se curvaron en una sonrisa irónica y autodespreciativa.
Luego se dio la vuelta y salió furiosa de la habitación sin decir una palabra más.
La puerta se cerró con un clic definitivo que resonó en el alma de Noah. No pudo evitar comparar esa puerta con el abismo que ahora se había abierto entre él y Sadie.
Mientras tanto, Sadie caminaba por el pasillo cuando vio a Isabel corriendo hacia ella, acompañada por Samuel.
Los ojos de Isabel se llenaron de lágrimas cuando agarró la mano de Sadie. —Sadie, ¿es él? ¿Es realmente Noah? ¿Ha vuelto mi Noah de verdad?
Sadie acarició la espalda de la anciana y le dijo en tono tranquilizador: —No te alteres, Isabel. Por ahora, solo unos pocos sabemos la identidad de Noah. Por su seguridad, y por la estabilidad del Grupo Wall, no podemos permitir que nadie más lo sepa, sobre todo porque aún no ha recuperado completamente la memoria.
Isabel había vivido lo suficiente como para comprender la gravedad de la situación. Se recompuso y asintió con la cabeza, aunque no se molestó en ocultar su alivio.
«Siempre eres tan sensata, Sadie. Me he emocionado demasiado. Casi se me olvida lo que significa su regreso».
Aunque la familia Wall pudiera parecer armoniosa para el mundo exterior, Isabel sabía que los ancianos eran zorros astutos. Todos tenían los ojos puestos en el Grupo Wall, esperando la oportunidad perfecta para atacar.
Sadie no podía permitirse que ocurriera nada que pudiera romper ese frágil velo de paz.
—Puedes entrar a ver a Noah —dijo Sadie con dulzura—. Yo me voy a casa a refrescarme y vuelvo enseguida.
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Isabel miró a Sadie con intensidad, pero no dijo nada y se dio la vuelta para entrar en la sala.
En lugar de seguirla, Samuel alcanzó a Sadie. Caminaron por el pasillo del hospital y doblaron la esquina.
—¿Algún movimiento de la familia Castro? —preguntó Sadie en voz baja, para que solo Samuel la oyera.
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