El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1057
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Capítulo 1057:
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Se acercó a la cama, sus ojos se posaron en el pálido rostro de Sadie. Su voz se suavizó sin querer. «Sadie, céntrate en ponerte mejor. Deja que yo me ocupe del resto. Yo encontraré las respuestas».
Sadie levantó lentamente la mirada hacia el hombre que se había materializado en la puerta de su habitación de hospital. Por un instante, se quedó paralizada, incrédula.
¿Noah?
¿Qué demonios hacía él aquí?
La preocupación grabada en su rostro y la urgencia en su voz de antes: ¿sabía de algún modo lo de su embarazo?
La inquietud le recorrió las venas y evitó deliberadamente su mirada penetrante. «No necesito que se entrometa en mis asuntos, señor Noel», declaró con la voz afilada como la escarcha invernal. «No es bienvenido aquí. Váyase, por favor».
Con ese despido, se apartó para mirar por la ventana, con el perfil rígido por la indiferencia fingida.
Sharon se apresuró a calmar la tensión. «Sadie, por favor, reconsidera tus palabras», imploró. «Te desmayaste hace un rato y el señor Noel fue quien te llevó de urgencia al hospital antes de que las cosas empeoraran».
Sadie siguió mirando por la ventana como si la conversación no se hubiera registrado. «Sharon», murmuró sin volverse, «tengo hambre».
Sharon recibió el mensaje al instante.
Sadie estaba orquestando hábilmente su salida.
Sharon exhaló suavemente, dándose cuenta de la inquebrantable terquedad de Sadie.
Lanzó una mirada significativa hacia Noah, sus ojos nadaban con una súplica silenciosa, una súplica sin palabras para que protegiera a Sadie de más angustia.
Sin pronunciar ni una sílaba más, Sharon salió de la habitación y cerró la puerta con un suave chasquido que, de algún modo, resonó con finalidad.
Noah cruzó la habitación en tres pasos decididos y se sentó en la silla junto a la cama.
Extendió la mano y envolvió la delgada mano de Sadie en su cálida palma, con un apretón suave pero decidido.
Bajo su contacto, la mano de Sadie permaneció dolorosamente fría, como el mármol a la sombra.
Lo invadió una feroz sensación de protección: juró en silencio protegerla de más dolor, convertirse en su santuario y no en otra fuente de angustia.
La situación de Hailey exigía una solución inmediata; dejar las cosas para más tarde ya no era una opción. «Sadie», declaró con serena convicción, «no voy a ir a ninguna parte. La situación con Hailey prometo resolverla rápidamente».
Sadie apartó la mano, sus ojos centelleando con mordaz burla.
Una risa quebradiza escapó de su garganta, el sonido crudo de emoción. «¿Y cómo va a ‘resolverlo’, Sr. Noel?», preguntó, bajando la voz a un peligroso susurro. «¿Eliminando a su esposa embarazada para validar su supuesta inocencia?».
La audacia de la promesa de Noah la dejó pasmada: ¿cómo se atrevía a hacer tales afirmaciones mientras Hailey llevaba a su hijo?
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