El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1045
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Capítulo 1045:
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Aquí, acunada en sus brazos, estaba su linaje, sus padres. Carne de su carne, sangre que fluía de su sangre, la fuente misma de su existencia. Con su preciosa carga aún abrazada contra su pecho, ascendió gradualmente hasta ponerse de pie.
Noah observó su transformación, su mirada inquebrantable comunicaba una profunda solidaridad que trascendía la necesidad de hablar.
Giraron y comenzaron a alejarse de la desolada colina, dejando tras de sí tierra removida y preguntas sin respuesta. Su llegada había estado marcada por la urgencia, pero su salida llevaba la gravedad de los recuerdos recuperados que anclaban cada pisada deliberada.
Volvieron a atravesar la hierba y se dirigieron hacia la cuidada extensión del cementerio primario, dos siluetas que se fundían con la oscuridad.
El vigilante permaneció en la puerta, y su paciente vigilancia se vio recompensada por su reaparición.
Al ver que se acercaban -y los objetos que Sadie tenía en su poder-, se puso rígido, clavado en el sitio.
Sus ojos se dilataron al reconocerlos cuando la luz de la luna reveló los objetos: dos urnas acurrucadas en el abrazo protector de Sadie.
La curiosidad inundó visiblemente sus facciones, pero la grave intensidad que emanaba de las expresiones de la pareja silenció cualquier pregunta inminente.
Aquellos visitantes no parecían clientes que quisieran comprar una parcela. Por el contrario, tenían el aspecto inconfundible de quienes reclaman lo que se ha perdido, aunque en la colina trasera no había más que tumbas abandonadas y olvidadas.
Noah avanzó, colocando deliberadamente su cuerpo como escudo entre la vulnerable figura de Sadie y la penetrante mirada del asistente.
Sin mediar palabra, sacó otro fajo de billetes del bolsillo y se lo tendió al hombre.
La mano del empleado se estiró por reflejo y sus dedos notaron el peso del inesperado pago.
Levantó la mirada inquisitivamente, sólo para encontrarse con la inquebrantable mirada de Noah: un muro de silencio resuelto.
No necesitaba más explicaciones.
Los misteriosos acontecimientos de la noche trascendieron la comprensión del asistente, adentrándose en reinos que no se atrevía a contemplar. Aquellos enigmáticos visitantes, envueltos en propósitos y dolor, le habían compensado generosamente por su discreción.
Ciertos asuntos, le advertían sus instintos, justificaban una ceguera deliberada: mejor no verlos, no oírlos y enterrarlos en el silencio.
Salvaguardar esta sorprendente fortuna superaba cualquier fugaz satisfacción que pudiera proporcionarle la curiosidad.
Inclinó la cabeza en señal de apresurado reconocimiento y luego esbozó una amplia y ansiosa sonrisa en el rostro, con lo que la complicidad quedaba sellada en el intercambio.
«No he visto nada y no sé nada. Mis labios están sellados», dijo el asistente, sonando seguro de sí mismo. Noah asintió brevemente.
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