El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1038
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Capítulo 1038:
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«No me dijo por qué. Sólo decía que tenía que irme, que me fuera lejos y no volviera nunca. Me dijo que no hiciera preguntas, que no mirara atrás, y sobre todo… que me protegiera. Estaba demasiado asustada para pensar. No lo entendía, pero hice lo que me dijo. Hice las maletas y me fui esa misma noche».
Las lágrimas presionaron los ojos de Sharon mientras su voz se apagaba. «Pero al día siguiente… algo no me cuadraba. Cuanto más pensaba en ello, más intranquila me sentía. Ese tipo de miedo no surge de la nada». Hizo una pausa y tragó saliva antes de continuar.
«Encendí la televisión para tranquilizarme. Pero entonces vi las noticias. Informaban de un incendio en Faron Retreat. Decían que había estallado la noche anterior y que todo el lugar había ardido hasta los cimientos. Estaba completamente destruido». Por un momento, se tapó la boca con ambas manos, intentando tranquilizarse.
«La policía encontró dos cuerpos dentro. Un hombre y una mujer. Estaban calcinados, irreconocibles».
Sharon no pudo aguantar más. Se le saltaron las lágrimas y rompió a sollozar. «No me lo podía creer. Sentí como si todo mi mundo se derrumbara en ese momento». Intentó recobrar el aliento.
«Más tarde, los investigadores confirmaron que las víctimas eran el Sr. y la Sra. Hudson. Lo llamaron un accidente. Sólo un incendio. Caso cerrado». La pena nubló su voz mientras miraba hacia abajo. «No sabía si tenían parientes. No sabía a quién acudir. Así que me encargué yo misma. Recogí sus cenizas. Las enterré juntas en el cementerio Evergreen. Pensé que lo menos que podía hacer era dejarlos descansar».
Con el tiempo, volví al Retiro de Faron. Quería buscar pistas, recoger lo que hubiera quedado. Pero la gente que solía merodear por allí había desaparecido. Sin más». Finalmente, Sharon se encontró con la mirada de Sadie, la suya rebosante de tristeza. «Sadie… Sé que es duro oír esto. Pero se han ido. Se han ido de verdad».
Sadie no respondió de inmediato. Una punzada le quemaba detrás de los ojos, nublando la habitación a su alrededor.
Las lágrimas empezaron a brotar antes de que pudiera detenerlas.
¿Un incendio accidental?
No podía aceptarlo.
Con todas las cosas extrañas que habían ocurrido, ¿cómo podía atribuirse esto a la casualidad?
La multitud que se había reunido, el hombre de la máscara y las últimas y urgentes palabras de sus padres resonaban en su mente.
Nada era casual. Cada hilo conducía a la misma cruel conclusión.
No habían muerto por casualidad.
Sin embargo, al menos ahora tenía una pequeña pista.
Había encontrado el lugar donde habían estado vivos por última vez.
Levantándose con firme decisión, Sadie hizo una profunda y respetuosa reverencia a Sharon. «Gracias, Sharon, por cuidar de mis padres entonces».
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