El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1036
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Capítulo 1036:
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Sadie separó los labios para formular una respuesta, pero Noah la interceptó rápidamente.
«Soy el marido de Sadie», declaró sin vacilar.
Sadie giró la cabeza hacia él, con los ojos abiertos de asombro. ¿Qué absurda afirmación acababa de escapar de sus labios?
Noah aprovechó la oportunidad, la rodeó hábilmente por los hombros con el brazo y le dedicó una sonrisa tierna y desarmante.
«Señora, espero con impaciencia el privilegio de conocer a los padres de Sadie y obtener su bendición para nuestra unión».
Los músculos de Sadie se enroscaron con fuerza bajo su contacto, sus instintos le gritaban que lo apartara con fuerza, pero sabía que crear un conflicto antes que Sharon socavaría por completo su propósito.
La audacia de aquel hombre parecía multiplicarse exponencialmente con cada amanecer.
Sharon examinó a la joven pareja con atención, y una breve chispa de genuina calidez iluminó su mirada, que de otro modo estaría turbada.
La revelación de que el vástago de la señora Hudson ya había contraído matrimonio la pilló totalmente desprevenida.
Además, a juzgar por signos inequívocos, el marido de Sadie parecía sentir verdadera devoción por ella.
Si la señora Hudson pudiera ser testigo de esta evolución, su atribulado espíritu encontraría sin duda un profundo consuelo.
Las profundas líneas de preocupación en el rostro curtido de Sharon se suavizaron gradualmente, como ondas que se asientan en el agua agitada.
«Voy a revelar todo lo que sé», anunció finalmente, inspirando profundamente. «Pero prepárense. Lo que sigue puede resultar muy difícil de procesar».
Sadie y Noah intercambiaron una mirada cargada. Algo siniestro en el tono de Sharon hizo que sus estómagos se anudaran con visceral aprensión.
Sharon exhaló un suspiro prolongado, su mirada se volvió distante a medida que los recuerdos emergían de la niebla de los años transcurridos.
«Los hechos ocurrieron hace cinco años. Mi hijo contrajo una enfermedad devastadora, y los costes del tratamiento quedaron irremediablemente fuera de nuestro alcance económico. La muerte rondaba su cama constantemente. Entonces, durante la época de Año Nuevo, como si se hubiera manifestado una intervención divina, me llegó información relativa a un empleo. Un establecimiento buscaba a alguien para atender a una pareja en particular. La remuneración ofrecida superaba todas las expectativas razonables, sospechosamente generosa, en retrospectiva. Naturalmente, acepté de inmediato. Este establecimiento llevaba el nombre de Retiro Faron».
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