El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1031
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Capítulo 1031:
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Desde luego, Patrick era mucho mejor que ese vividor malcriado, Nathan. Mientras tanto, Sadie casi se desmaya de rabia ante la osadía de Noah. Lo fulminó con la mirada, diciéndole en silencio que cerrara la bocaza. Este imbécil, ¿qué clase de tonterías estaba soltando?
Respirando hondo, Sadie forzó una sonrisa y llamó a Tina. «Por favor, no me malinterpretes, Tina. Nosotros…»
Se interrumpió, dándose cuenta tardíamente de que ninguna explicación haría que la situación fuera menos sospechosa.
Tina esperó unos instantes antes de darse la vuelta con cautela. Miró a Sadie y a Noah de un lado a otro, apenas capaz de mantener una expresión neutra.
«Nada de malentendidos. ¡Ningún malentendido! No he visto nada. No he oído nada. Lo juro».
Y sin embargo, el brillo de sus ojos y la sombra de una sonrisa cómplice le dijeron a Sadie que, de hecho, lo había malinterpretado todo gravemente.
Sadie suspiró impotente y se masajeó las sienes. A este paso, más excusas sólo empeorarían las cosas. Así que optó por cambiar de tema.
«Puedes dejar el desayuno, Tina. Por favor, ve a recoger mis papeles del alta. Tenemos que ir a los apartamentos Rosehill más tarde».
Los ojos de Noah se entrecerraron ante la mención de los Apartamentos Rosehill. Tina, por su parte, cogió rápidamente las bolsas que se le habían caído y las dejó sobre la mesilla de noche.
«De acuerdo, iré a prepararlo todo».
Luego salió corriendo de la habitación como si huyera del mismísimo diablo. Tina sabía que si se quedaba un momento más, no podría contener su curiosidad. Simplemente estaba tomando precauciones.
Sadie dejó escapar otro suspiro, éste de alivio. Por fin había conseguido alejar a la pequeña cotilla.
Levantó las sábanas y se dispuso a abandonar la cama, pero una gran mano se posó en su hombro y la apretó contra las almohadas. No tenía ni idea de cuándo se había movido Noah, pero de alguna manera se cernía sobre ella ahora.
Noah sabía que Sadie había decidido ir a los apartamentos Rosehill sólo para encontrarse con la misteriosa figura de la llamada de ayer, aquella de la que nadie debía enterarse. La idea de que ella se aventurara allí le retorcía algo en las entrañas. Imposible.
«Cuenta conmigo para esta visita», la voz de Noah retumbó en lo más profundo de su pecho, con un innegable peso de autoridad.
Sadie se detuvo en seco, inclinando la barbilla para encontrarse con su mirada, con una inconfundible exasperación reflejada en sus rasgos. ¿Por qué insistía siempre en meterse en sus asuntos? La pregunta ardía en su mente.
Arrugó la frente y sus labios se tensaron en una fina línea. «Señor Noel, este es un asunto personal -dijo, cada palabra cargada de desagrado.
Noah arqueó una ceja, su expresión irradiaba una confianza justificada. «Mi ayudante fue retenida por sus subordinados durante toda una noche, señora Hudson». Enunció cada palabra lentamente, su tono cada vez más afilado como el filo de una cuchilla. «¿No debería ir a ver cómo está?».
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