El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1021
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Capítulo 1021:
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Sadie parpadeó, sorprendida por la preocupación en su voz. ¿No estaba siendo demasiado dramático?
Su mirada se dirigió instintivamente a su vientre todavía plano.
Seguramente Noah aún no sabía que estaba embarazada. De lo contrario, dados sus sentimientos hacia ella, ya la habría obligado a deshacerse del bebé.
Entonces se le ocurrió una idea. Decidió comprobar si él sabía o no que estaba embarazada.
Se hundió en las almohadas y se esforzó por parecer frágil y débil.
«¿Qué…? ¿Qué me ha pasado?», preguntó en voz baja.
Noah apoyó los codos en la cama y se inclinó para mirarla a la cara.
Un leve aroma a lavanda y a algo inconfundiblemente suyo flotaba en el aire entre ellos. Llegó hasta Sadie y prácticamente la envolvió, como si quisiera reclamarla.
El aroma le trajo un torrente de sentimientos y recuerdos del pasado, haciéndola perder brevemente la concentración.
Afortunadamente, Noah no pareció darse cuenta de su reacción ante su proximidad. Extendió la mano y le apretó la frente con su palma grande y cálida.
«Ya estás bien. Te ha bajado la fiebre».
Un suave suspiro de alivio pasó por sus labios, pero luego volvió a fruncir el ceño. «Tenías mucha fiebre. ¿No recuerdas nada? ¿Te sientes incómoda en algún sitio ahora? Llamaré al médico». Ya se estaba girando hacia la puerta.
«¡Espera!» Sadie le agarró del brazo sin pensar.
No quería que llamara al médico. ¿Y si le encontraban algo más que la fiebre?
Noah se detuvo en seco, claramente sorprendido por el repentino contacto. Luego giró sobre sus pies, tan rápido que perdió el equilibrio en el último segundo y se encontró inclinado hacia delante.
Lo siguiente que supo Sadie fue que un peso estaba a punto de presionarla.
Su pecho ancho, su abdomen tonificado…
Se quedó quieta, con los ojos muy abiertos.
Afortunadamente, Noah se detuvo justo a tiempo antes de aplastarla con su cuerpo. Sus manos se apoyaron a ambos lados de Sadie, sus caras tan cerca la una de la otra que sus narices casi se tocaban. Sadie no podía apartar la mirada. Podía sentir su cálido aliento abanicándose contra su mejilla.
Noah tampoco podía dejar de mirarla: tenía los labios ligeramente entreabiertos y los ojos muy abiertos por la inocente sorpresa. Su mirada se ensombreció y una sonrisa burlona se dibujó en la comisura de sus labios.
«Sadie», dijo en voz baja y con picardía. «No hace falta que te esfuerces tanto por aferrarte a mí…». Tenía algo más que decir, pero no tuvo oportunidad de hacerlo.
De repente, los ojos de Sadie brillaron de ira. Sin previo aviso, levantó la rodilla.
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