El arrepentimiento de mi exesposo - Capítulo 1019
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Capítulo 1019:
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En la enorme cama, la diminuta figura de Sadie se acurrucaba bajo capas de mantas, con temblores ocasionales que delataban su angustia.
Noah se apresuró a acercarse a ella y le apretó la frente con una suavidad poco habitual en él.
Su piel irradiaba un calor alarmante: la fiebre se había apoderado de ella.
Sus facciones se nublaron de frustración y preocupación. ¿Por qué seguía descuidando su propio bienestar? Sin pronunciar palabra, la estrechó contra su pecho y se dirigió hacia la salida con paso decidido.
En ese preciso momento, Breck y Jack aparecieron en la puerta, con expresiones idénticas de alarma.
«¡Señorita Hudson!»
«¡Jefe!» soltó Jack, sobresaltado por la gravedad de la situación.
Tropezaron consigo mismos siguiendo el decidido camino de Noah, con el miedo desnudo grabado en sus facciones.
Noah bajó la escalera con pasos rápidos y mesurados, acunando contra sí la forma febril de Sadie mientras se dirigía directamente hacia la entrada principal.
Con meticuloso cuidado, la acomodó en el asiento trasero del vehículo antes de saltar a la posición del conductor con singular concentración.
El motor rugió con un gruñido gutural mientras el elegante vehículo negro avanzaba, abriéndose paso desesperadamente hacia el exclusivo centro médico cercano.
El coche se precipitó por las calles de la ciudad a una velocidad que desdibujaba el paisaje en manchas de color indistintas.
Jack le seguía en un segundo coche, con las manos en blanco agarrando el volante mientras la ansiedad corría por sus venas.
La suite VIP del hospital desprendía el característico aroma clínico: un antiséptico estéril mezclado con un lujo discreto.
Tras una evaluación exhaustiva, el médico se colgó el estetoscopio del cuello y se dirigió a Noah con serenidad profesional.
«Señor Noel, su preocupación es comprensible pero injustificada. La señora Hudson presenta los síntomas de una fiebre normal, probablemente debida a una fatiga excesiva. No hay nada peligroso. La hidratación intravenosa y el reposo adecuado la restablecerán por completo».
Sólo después de oír este diagnóstico, Noah exhaló el aliento que había retenido inconscientemente. La constricción de su pecho se aflojó y la tensión que no se había dado cuenta de que llevaba encima empezó a desaparecer. Se recuperaría por completo.
Cuando el médico se marchó, el silencio se apoderó de la habitación.
Noah ocupó la silla que había junto a la cama de Sadie, con una vigilia inquebrantable.
La tez de Sadie permanecía alarmantemente pálida, su frente arrugada por la tensión incluso en la inconsciencia.
Si hubiera llegado más tarde… las posibles consecuencias eran demasiado sombrías para contemplarlas.
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