Destinada a mi gran cuñado - Capítulo 367
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Capítulo 367:
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La expresión de confianza de Sophia se volvió amarga al oírlo. Apartó la mirada y volvió a fijarla en Bryan, que ya se había subido al coche con Mila.
«Tienes razón. Pero él no es tonto, es malvado».
Víctor asintió y dio un paso atrás. «Dile a mi chófer dónde podemos comer juntos. Tengo hambre».
Sophia le dio al conductor la dirección de un restaurante.
Cuando llegaron, entró con Víctor, decidiendo acompañarlo.
«¿Por qué estás aquí?», le preguntó.
Estaban sentados en una mesa cerca de una ventana, desde la que podían ver la calle.
Víctor tenía la mirada fija en la carretera, observando a la gente que pasaba.
Sophia lo miraba fijamente. Se dio cuenta de que aún no le había quitado la chaqueta. Lentamente, se movió para quitársela de los hombros, pero Víctor la detuvo.
—No te la quites.
Ella se detuvo y lo miró. Él apartó la mirada de la ventana y la dirigió hacia ella.
Su expresión seria la hizo sentir obligada a cumplir su petición. Se dejó la chaqueta puesta y preguntó: —De acuerdo. Pero…
Él la interrumpió.
—He venido aquí para asistir a la fiesta de la manada. Es un evento muy importante para ambas manadas».
Sophia recordó lo que su hermano le había contado al respecto. Intentó calmarse y preguntó…
«¿Has venido aquí para fijar la fecha de la boda de tu hermana? Pero creía que estabas en contra de este matrimonio. Le llevará a reclamar tu mitad de la manada». Él levantó una ceja y apoyó los codos en la mesa.
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«¿Quién te ha dicho que estoy en contra de este matrimonio?».
—¿No lo estás?
—No. De hecho, he venido para darles mi bendición —dijo con una sonrisa pícara.
Sophia parpadeó, tratando de entender lo que decía. Lo miró con el ceño fruncido y le preguntó: —¿Cuál es tu plan, Alfa Víctor? Fuiste tú quien me envió a esos alfas durante todo el año, ¿verdad?
Víctor la miró a los ojos y murmuró: «Sabes lo que quiero. Lo hablamos hace un año. Pero tú no me diste la mano aquella vez».
Sophia se quitó la chaqueta y la dejó sobre la mesa, empujándola hacia él.
Él supuso que se levantaría y se marcharía.
Pero, en lugar de marcharse, ella se recostó en la silla y le sonrió.
«Esta vez te daré la mano. Porque el enemigo de mi enemigo es mi amigo».
Bryan miraba por la ventana de su coche. Su rostro estaba lejos de estar tranquilo. Sus ojos oscuros se oscurecían con cada segundo que pasaba. Mila lo miraba de reojo de vez en cuando mientras ambos estaban sentados en el coche. Dos coches seguían detrás del suyo, mientras que otros dos circulaban por delante, protegiendo el vehículo del Alfa.
Bryan no necesitaba todo esto, pero siempre que viajaba con sus oficiales, la seguridad era imprescindible. Cuando toda la realeza estaba reunida, nadie podía permitirse correr ningún riesgo.
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