Destinada a mi gran cuñado - Capítulo 276
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Capítulo 276:
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Cada palabra que pronunciaba le entumecía el corazón. Ya no le interesaba seguir escuchando.
Lo miró a los ojos y le preguntó directamente:
«Alfa Bryan, estoy enamorada de ti. Por una vez, ¿no sientes que me quieres? ¿Ni siquiera después de pasar las noches conmigo?».
Lo único que quería era una respuesta sincera. Si él decía que sí y le pedía que se quedara en su vida, ella intentaría hacerle comprender su amor y convencerlo de que vivieran juntos como pareja.
Sin embargo, la dureza de la realidad la golpeó cuando él respondió con una sola palabra.
«No».
Las lágrimas se le secaron en los ojos y se le fue todo el color de la cara.
Lo miró a los ojos, buscando algún signo de culpa, algún rastro de remordimiento. Pero no había nada.
Parecía un Alfa poderoso, pero un hombre sin corazón.
«Sophia, no puedes esperar nada más de mí. En mi mundo no existe el amor. El apego a otras personas me da escalofríos. Soy un hombre que solo está interesado en ganar manadas y obtener poder en el mundo de los negocios. No quiero que el vínculo de pareja se interponga entre mi manada y yo».
Sophia respiró hondo y apartó la mirada de él.
Al girar la cabeza, su mirada se posó en la tarta de cumpleaños que había sobre la mesa.
Dejó escapar una risa amarga, mientras la incomodidad en su pecho aumentaba.
—Cortemos la tarta para celebrar mi roto…
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Justo cuando estaba a punto de decir «corazón roto», un fuerte tono de llamada la interrumpió. Se dio cuenta de que el lugar estaba tan silencioso que se podía oír caer un alfiler.
Dirigió su atención a Bryan, que había sacado su teléfono y miraba fijamente la pantalla. Su expresión se ensombreció e inmediatamente respondió a la llamada, lo que indicaba que era algo importante para él.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Bryan en cuanto contestó la llamada.
Sophia pudo percibir su preocupación. Se preguntó qué podría estar preocupándole. —¿Dónde está?
Una sensación de entumecimiento la invadió al darse cuenta de que se refería a Mila. Ella era el motivo de su preocupación.
Esa mujer iba a ser su esposa algún día. Siempre la había considerado su prometida. Todo este tiempo la había protegido del peligro y le había dicho que se quedara en su manada para que, cuando decidiera anunciar el compromiso, no tuviera ningún problema.
Solo soy un peón en su juego de poder, pensó.
Todo el mundo siempre dice lo correcto. La gente no debería desesperarse por nada, solo les hace caer.
«Ya voy», dijo Bryan antes de colgar el teléfono.
Miró a Sophia y dijo: «Vuelvo a la casa de la manada».
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