Deja que te lleve el corazón - Capítulo 703
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Capítulo 703:
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—¿No vas a probarlo? —preguntó ella, sonriendo—. Está increíble.
Gracie le ofreció a Waylon un pequeño trozo del postre con el tenedor. A Waylon no le gustaban mucho los dulces, pero como era Gracie quien se lo daba, probó un bocado sin protestar.
«¿Qué tal? ¿No es increíble?», preguntó ella, con los ojos brillantes de expectación.
Al ver su expresión esperanzada, Waylon asintió ligeramente.
«¡Te dije que los postres aquí eran fantásticos!», exclamó Gracie radiante. «Para tu cumpleaños, te haré un pastel yo misma».
«De acuerdo», respondió Waylon, con un atisbo de curiosidad. En realidad, estaba deseando que llegara ese momento.
Una vez que terminaron el pastel, la mirada de Gracie se posó en el cuello de Waylon. Notó unas manchas rojas difusas esparcidas por allí.
«¿Qué te pasa en el cuello?», preguntó, con preocupación en la voz.
Justo cuando Gracie iba a levantarse para comprobarlo, Waylon tiró de su cuello.
«No es nada. Te espero fuera», dijo, cogiendo las bolsas y saliendo.
Gracie lo vio marcharse, sintiéndose confundida.
Después de salir de la pastelería, Waylon llamó a Greg.
—Greg, prepara el medicamento para la alergia —le ordenó.
Unos días más tarde, en la sala de esgrima de la mansión Hughes…
—Señor Hughes, un tal Barlow Jones desea verle —dijo el mayordomo con respeto.
Waylon, que estaba practicando esgrima, se detuvo y retiró rápidamente la espada.
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—Que pase —ordenó.
Cuando Barlow entró en la sala detrás del mayordomo, Waylon estaba de espaldas, mirando hacia la ventana.
Incluso desde lejos, Barlow podía sentir el poder silencioso que parecía rodear a Waylon.
El mayordomo bajó la cabeza en señal de respeto y dijo: —Señor Hughes, el señor Jones está aquí. —A continuación, hizo una pequeña reverencia y salió de la sala.
Barlow se quedó mirando la espalda de Waylon, con una extraña sensación de reconocimiento. Pero no tuvo tiempo de darle vueltas. Fue directo al grano.
—Señor Hughes, soy Barlow, el hermano de Gracie. He venido a hablar con usted sobre mi hermana.
—Adelante —dijo Waylon.
Barlow dudó un momento. Aquella voz le resultaba extrañamente familiar. Pero no había tiempo para pensar. Rápidamente sacó una tarjeta bancaria del bolsillo.
La última vez que Gracie había comido con ellos en casa, vio a gente pidiendo medicinas y supuso que necesitaban dinero para la investigación. Pensando eso, les devolvió la tarjeta.
—Sr. Hughes, usted le dio esta tarjeta negra a Gracie. Se la pedí prestada y le pido disculpas por no preguntarle primero. Pero he devuelto todo el dinero —explicó Barlow.
—De acuerdo —respondió Waylon.
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