Deja que te lleve el corazón - Capítulo 443
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Capítulo 443:
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Gracie, que estaba dispuesta a aceptar la culpa, se quedó paralizada por la incredulidad ante sus palabras.
Floyd debía de pensar que, como tenía la habilidad de detectar una falsificación, debía de haber roto el jarrón deliberadamente para evitar que lo engañaran.
«No, señor Palmer, el jarrón…», comenzó a explicar.
Pero Floyd la interrumpió de nuevo, con tono firme pero amable. «No hace falta que me lo expliques. Lo entiendo, Gracie. Siento que te hayan tratado injustamente».
Su mirada era firme, su expresión cálida y sincera. Gracie se tragó la respuesta, conteniendo la verdad que quería compartir.
Los invitados comenzaron a murmurar entre ellos, con curiosidad y confusión evidentes en sus voces.
Giovanna apartó la mirada de Gracie y la dirigió hacia Floyd, claramente incapaz de creer lo que acababa de pasar.
¿Se había vuelto completamente loco su abuelo?
—Abuelo —comenzó Giovanna, frunciendo el ceño—. Te costó mucho conseguir ese jarrón. ¿De verdad crees que es falso?
Nathaniel, aún escéptico, añadió: —Abuelo, ¿solo lo dices para cubrirla?
Floyd no dudó. Volvió a golpear a Nathaniel en la espalda con su bastón, esta vez con más fuerza.
—¿Acaso sabes cómo conseguí esas antigüedades? —espetó, mirando a Nathaniel con ira.
Nathaniel se detuvo, dándose cuenta de lo que Floyd quería decir.
—¿No las compraste en subastas? —preguntó vacilante.
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Giovanna asintió con la cabeza y tomó la palabra. —Exacto, abuelo. Eres famoso por tu buen ojo para detectar tesoros raros. ¿Y qué tiene que ver todo esto con Gracie?
Floyd miró a la pareja, pero su expresión se suavizó con ternura cuando posó la mirada en Gracie.
—Le debo todo mi éxito en la subasta a Gracie —dijo con voz llena de convicción.
Gracie sintió un nudo en el pecho al escucharle. Los demás la miraban con una mezcla de curiosidad e incredulidad.
Giovanna, sin estar convencida, negó con la cabeza. —Abuelo, debes estar bromeando. ¿Cómo podría Gracie saber nada de antigüedades?
—Nathaniel, que parecía desdeñoso, intervino. —Así es, abuelo. No tienes que inventarte una excusa tan poco convincente solo para defenderla. Mira ese jarrón «Green Phoebe», por ejemplo: alguien ofreció mil quinientos millones por él y tú no lo vendiste.
—¿Desde cuándo soy yo de los que hacen bromas? —dijo con tono firme.
Nathaniel y Giovanna se miraron nerviosos, con inquietud en los ojos.
¿Podría ser que su abuelo estuviera diciendo la verdad?
Floyd se puso de pie, moviéndose con deliberada lentitud.
—Ya soy un anciano —dijo con un profundo suspiro—. Pensar que durante todos estos años confundí una falsificación sin valor con un tesoro invaluable… Qué vergüenza.
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