De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 988
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Capítulo 988:
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«¡Doctor! ¡Doctor! ¡El paciente tiene una infección grave en la herida, fiebre alta y está perdiendo el conocimiento!», gritó Christina con voz urgente. Los médicos y enfermeras se apresuraron a acudir y la ayudaron a trasladar a Dylan a una camilla.
Varias horas más tarde, Dylan fue trasladado a una sala VIP. Por fin le bajó la fiebre, aunque seguía dormido, con los labios pálidos y sin color. Afortunadamente, no se trataba de ningún virus terrible. Una vez que le bajara la fiebre, se recuperaría al despertar.
Christina le puso la mano en la frente para tomarle la temperatura. Luego, escurrió una toalla y le limpió suavemente la cara. Dylan, tumbado allí, no se atrevía a moverse; hacía tiempo que se había despertado.
Christina se levantó, dobló la toalla, la guardó y volvió a su sitio junto a la cama. Una vez que se acomodó en la silla, soltó un largo suspiro de alivio. Su mirada se posó en Dylan, sumiéndose en un pensamiento silencioso. Sus rasgos eran bien definidos, cada proporción en perfecto equilibrio, como si hubieran sido esculpidos por la propia mano de la naturaleza. Era llamativo e, incluso dormido, irradiaba una elegancia y una calma poco comunes.
Después de un día tan largo, Christina sintió que sus fuerzas la abandonaban. Mientras lo observaba, el sueño se apoderó de ella y se quedó dormida junto a su cama.
Solo mucho más tarde Dylan se atrevió a abrir lentamente los ojos. Miró a Christina, que dormía al borde de la cama, y el hielo que había dentro de él se derritió en calidez. Su mirada se llenó de ternura.
Dylan levantó la mano y acarició suavemente la mejilla de Christina con sus largos dedos. Pero en el instante en que su dedo tocó la piel de Christina, esta abrió los ojos de par en par, con una mirada fría y penetrante.
La mano de Christina se disparó, agarrándose con fuerza a la de Dylan en un instante. Sus instintos se habían activado, a pesar de su estado de somnolencia. Si no hubiera reaccionado a tiempo, podría haberle dislocado el brazo.
«Lo siento», soltó Christina, soltando a Dylan inmediatamente. Su disculpa fue apresurada, pero sincera.
No estaba completamente dormida y su cuerpo había reaccionado instintivamente ante el más mínimo indicio de peligro potencial. Esa aguda sensibilidad se había agudizado hacía mucho tiempo, a través del caos y el peligro durante su campamento de entrenamiento en el extranjero.
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Si Dylan no hubiera estado a su lado, su descanso habría sido aún más inquieto. Parecía que solo en su presencia podía alcanzar una frágil sensación de paz y sumirse verdaderamente en el sueño. Había habido ocasiones en las que había dormido profundamente y lo había atribuido al agotamiento. Pero ahora se daba cuenta de que el agotamiento por sí solo no había sido la razón.
—No pasa nada —dijo Dylan con serenidad, mirándola con calma—. Si necesitas descansar, toma la otra cama.
Sabía que la mirada en sus ojos no era una reacción normal. Sin embargo, al comprender que había sido abandonada por sus padres adoptivos y obligada a sobrevivir en un mundo tan despiadado a la tierna edad de diez años, donde cada día había sido una apuesta con la muerte, entendía la ferocidad que permanecía en ella. En un lugar así, la dulzura habría sido fatal.
Pero incluso después de soportar tanta crueldad, seguía teniendo compasión, seguía aferrándose a su fe en la humanidad. Esa fuerza era realmente admirable. A Dylan se le encogió el pecho al pensar en su pasado, lo que le hizo olvidar incluso el dolor del brazo.
Cuando Christina vio que el vendaje blanco estaba empapado de sangre fresca, frunció profundamente el ceño. —Tu herida se ha vuelto a abrir. Quédate aquí y no te muevas, voy a buscar medicinas para curártela.
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