De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 973
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Capítulo 973:
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«Lo siento, señorita, pero esa es la política de nuestra tienda. Por lo general, no permitimos que los clientes prueben ese tipo de artículos», respondió el dependiente con una amplia sonrisa, pero con una mirada fría como el hielo.
Siempre que pensaba que un cliente no tenía los medios necesarios, se negaba a mostrarle incluso los artículos más baratos, prefiriendo mantener todo bajo llave. Al fin y al cabo, si algo se dañaba, ¿cómo iban a poder pagar la indemnización esas personas?
«¿Así es como le han enseñado a hablar con los clientes, con un sarcasmo tan poco disimulado?», preguntó Christina con expresión dura y voz aguda. Se colocó delante de Chloe, protegiéndola.
«Por favor, señorita, no me malinterprete. Le he estado sonriendo todo el tiempo. No hay ningún sarcasmo. Simplemente le sugería que, si el dinero es un problema, quizá prefiera echar un vistazo a nuestros pendientes. Quizá entre las tres puedan reunir el dinero suficiente para comprarse un par», respondió el dependiente con suavidad, con una sonrisa fija en los labios.
Su actitud parecía bastante agradable, pero detrás de sus palabras se escondía un insulto deliberado: se burlaba de ellas por no poder permitirse ni siquiera unos pendientes.
«No hemos venido a comprar pendientes, ¡venimos a por un collar!», dijo Chloe asomándose por detrás de Christina, con las mejillas sonrojadas por la indignación. Aún no se había dado cuenta del todo de que las estaban ridiculizando.
«Señorita, nuestros collares cuestan millones, y el que le gusta vale más de cien millones. ¿Está completamente segura de que puede comprarlo? Si es así, pague primero y se lo traeré inmediatamente». El dependiente levantaba la nariz con cada palabra, rebosante de arrogancia. Para él, las mujeres sin riqueza ni estatus no eran nada.
Estaba convencido de que no podían permitírselo y que pronto se marcharían avergonzadas. Además, al ser hermano del gerente, no temía perder su puesto.
«Quiero ver a su gerente», ordenó Christina con voz gélida.
«Nuestro gerente está ocupado, es demasiado importante para reunirse con cualquiera», respondió el dependiente, esbozando una sonrisa engreída y satisfecha.
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En ese mismo momento, una mujer de mediana edad entró en la tienda, irradiando riqueza de la cabeza a los pies. Su collar brillaba, sus pendientes centelleaban, y sus anillos relucían con piedras preciosas, todas las piezas extravagantes, anunciándola como una verdadera dama de la alta sociedad.
En cuanto el dependiente la vio, su actitud cambió por completo. Sus ojos se iluminaron y una sonrisa aduladora se dibujó en su rostro mientras se apresuraba a acercarse a ella, siguiéndola como una sombra aduladora.
El dependiente saludó a Jaida López, la mujer de mediana edad en cuestión, con un entusiasmo exagerado, prácticamente doblándose por la mitad con adulaciones serviles. «¡Sra. López, hoy está radiante! Nuestra boutique acaba de recibir varios diseños nuevos y estoy seguro de que le quedarían perfectamente. Permítame mostrarle la tienda para que pueda elegir el que más le guste».
Para el dependiente, Jaida era una clienta muy apreciada; cada una de sus visitas a la joyería terminaba con compras por valor de millones. Su mera presencia era una bendición para sus resultados de ventas.
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