De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 97
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Capítulo 97:
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Yolanda mantuvo una sonrisa agradable, aunque por dentro se burlaba de Katie. La idea de que Katie realmente pensara que podía ayudarla a convertirse en la señora Hubbard era ridícula. Si Yolanda alguna vez tuviera una oportunidad real de llegar tan alto, nunca dejaría que nadie le quitara la oportunidad.
«Yolanda, tienes que ayudarme», suplicó Katie, aferrándose a su brazo y sacudiéndolo juguetonamente, sin darse cuenta del destello de desdén en los ojos de Yolanda.
Yolanda sonrió dulcemente y acarició la cabeza de Katie. —No te preocupes. Si gano el campeonato, te ayudaré a conquistar al señor Hubbard.
—¡Gracias, Yolanda! ¡Eres la mejor! —exclamó Katie radiante, apoyando la cabeza en el hombro de Yolanda, con el rostro iluminado por la alegría.
A un lado, Brendon permanecía en silencio, perdido en sus pensamientos. La sonrisa de Christina no dejaba de repetirse en su mente. Desde que había dejado a la familia Dawson, había cambiado. La rigidez e e que antes la caracterizaba había desaparecido y ahora caminaba con una tranquila confianza. La imagen de su deslumbrante sonrisa le hacía latir el corazón con fuerza. Extrañas emociones se agitaban en su interior, emociones que no acababa de comprender.
—¿Brendon? —Katie frunció el ceño. Le dio un codazo y alzó la voz—. ¡Brendon!
—¿Eh? —Parpadeó, saliendo de su ensimismamiento. Su mirada se posó en las dos mujeres—. ¿Qué pasa?
—¿En qué estabas pensando? Parecías completamente ausente —preguntó Katie, observándolo atentamente.
—Nada —murmuró él, ocultando rápidamente los sentimientos que acababan de aflorar—. ¿Qué decías?
—He dicho que el Grupo Hubbard está organizando un concurso de diseño de moda. Yolanda y yo vamos a participar —respondió Katie.
«Qué bien», dijo Brendon distraídamente.
Yolanda se dio cuenta de que estaba distraído y apretó los puños, clavándose las uñas en las palmas. Parecía que estaba pensando en esa maldita Christina.
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—¿Eso es todo? ¿No nos animas? —bromeó Katie, dándole un codazo con una sonrisa.
«Si las dos quedáis entre las diez primeras, os daré cien mil a cada una», dijo Brendon con tono seco.
—¡Trato hecho! —exclamó Katie, guiñándole un ojo a Yolanda.
Yolanda sonrió y le dio un golpecito en la frente a Katie. Pero en el fondo, sus ojos brillaban con una feroz determinación. Iba a ganar ese campeonato. Era su oportunidad de acercarse a la familia Hubbard. La familia Dawson no era nada comparada con la prestigiosa familia Hubbard. Si conseguía establecer una conexión con los Hubbard, no habría forma de que siguiera atrapada en el círculo de los Dawson.
Cuando Christina entró en la sala privada del restaurante Morfort, Lauretta Gómez, la madre del niño cuyos gastos médicos había pagado Christina por adelantado, y Calvin ya la estaban esperando.
—Siento llegar tarde —dijo Christina con una pequeña sonrisa de disculpa.
—No llegas tarde. Acabamos de llegar —respondió Lauretta con cordialidad. —Ven, siéntate —intervino Calvin, invitando a Christina a unirse a ellos mientras comenzaba las presentaciones.
Levantando su copa de vino tinto, Lauretta se puso de pie. «Señorita Jones, quiero brindar por usted. Si no fuera por usted, mi hijo podría no haber sobrevivido».
—Fue pura suerte que el doctor Emmett estuviera en el hospital —dijo Christina con modestia, levantándose para brindar con ella.
—Aun así, le debo más de lo que las palabras pueden expresar —dijo Lauretta con voz sincera.
Después de terminar su copa, Lauretta se volvió y brindó también por Calvin. «Los dos le han salvado la vida a mi hijo. Nunca lo olvidaré», dijo, colocando dos tarjetas bancarias sobre la mesa. «Hay cinco millones en cada una. Es solo una pequeña muestra de mi agradecimiento».
Lauretta ya le había reembolsado a Christina los gastos del hospital; esto iba más allá. Un gesto que venía directamente del corazón.
«Sra. Gómez, eso es demasiado generoso», dijo Christina, devolviéndole las tarjetas con delicadeza. «No quiero dinero. Solo tengo un pequeño favor que pedirle».
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