De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 923
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Capítulo 923:
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Yolanda apoyó suavemente la cabeza en él, con una voz que transmitía la dulzura mesurada de los días felices ya pasados. Cada palabra le golpeaba el corazón como el martillo de un herrero sobre el acero fundido.
La tormenta de sus pensamientos se calmó de inmediato, sustituida por una intensa oleada de culpa. El corazón de Yolanda era completamente suyo, sus sueños entretejidos con visiones de envejecer a su lado. ¿Cómo podía dejar que su mente se desviara hacia Christina? Habían jurado amarse hasta la muerte, sin separaciones, sin cambios, sin fin. No podía permitirse romper esa promesa. Yolanda era pura de corazón, gentil y sin vicios, ¿cómo podía dejar que su mirada se desviara hacia otra? Nunca debería haberlo permitido.
«Cuando termine su baile, bailaremos el nuestro. Solo tú y yo». Brendon le tomó la mano y entrelazó firmemente sus dedos con los de ella. Sus ojos, como estrellas derretidas, y su voz, una nana, calmaron la tormenta que Christina había desatado en su corazón. Las olas de emoción se disolvieron lentamente en las tranquilas costas de la presencia de Yolanda. Yolanda era la mujer que realmente merecía su inquebrantable cuidado y amor.
«¡Muy bien, Brendon, eres el mejor!». Yolanda levantó la mirada hacia él, fingiendo una inocencia juguetona, con los ojos rebosantes de una adoración calculada.
Al contemplar su tierna expresión, la sonrisa de Brendon se hizo más profunda y suave. Su corazón y su mirada estaban llenos solo de él, ¿cómo podría traicionarla?
Se miraron a los ojos, con sonrisas curvando sus labios, como si el mundo entero se hubiera desvanecido.
Justo cuando Brendon se inclinó, abrumado por la emoción, listo para besar los labios de Yolanda, un grito repentino rompió el momento, aunque nadie sabía de quién provenía. «¡Santo cielo! ¡Hay otro hombre lo suficientemente audaz como para competir con el Sr. Scott por una mujer!».
De inmediato, Brendon se apartó y se volvió hacia el centro de la pista de baile. Allí, tal y como esperaba, una figura delgada con un traje lavanda había dado un paso al frente, con el rostro oculto bajo una máscara de payaso.
Lo que había comenzado como un duelo por la atención de una mujer ahora amenazaba con convertirse en una contienda a tres bandas.
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Dylan, que antes solo tenía un rival, ahora se enfrentaba a un segundo, y además formidable, por lo que su expresión se ensombreció varios tonos.
El hombre vestido de púrpura brillante apenas había apartado su mano extendida cuando el de lavanda se movió para reclamar la mano de Christina.
Dylan interceptó el intento, agarrando rápidamente la mano de Christina antes de que el hombre vestido de lavanda pudiera hacerlo. Con un hábil movimiento, levantó su brazo y la hizo girar en un rápido y elegante giro, dejando al hombre vestido de lavanda agarrándose al aire.
Los tres hombres se enzarzaron en una extraña lucha, casi teatral, que se desarrolló como un duelo tácito en el lenguaje de la danza.
Entonces, sin previo aviso, otra figura irrumpió en escena, saltando a la vista y lanzándose a la pista para unirse a la refriega.
Un grito ahogado recorrió la multitud, congelando sus expresiones en una incredulidad atónita, como si el aire se hubiera convertido en hielo.
Ya era un espectáculo ver a tres hombres compitiendo por la atención de una mujer, pero ahora, con cuatro, la escena rayaba en lo surrealista.
Mientras esas figuras se movían por la pista de baile, los invitados miraban con asombro, boquiabiertos e incrédulos. Les llevó un momento volver a la realidad.
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