De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 9
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Capítulo 9:
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Christina miró a Katie con una expresión que rayaba en el desprecio, como si estuviera observando a una tonta haciendo alarde de su ignorancia. No podía imaginar cómo se le había ocurrido a Katie una acusación tan absurda. ¿De verdad creía Katie que los organizadores del campo de tiro eran meros adornos?
—¿Estás insinuando que nuestro campo de tiro funciona de forma injusta? —preguntó Ralphy, levantando sutilmente la comisura de los labios mientras clavaba su penetrante mirada en Katie. Aunque su voz era amistosa, había algo peligrosamente afilado acechando detrás de sus ojos, lo que hizo que el pulso de Katie se acelerara con ansiedad.
—No, no, ¡no es eso lo que quería decir! —tartamudeó Katie, agitando frenéticamente las manos mientras luchaba por aclararse—. Es solo que conozco demasiado bien a Christina. Disparar no es precisamente su fuerte. Es solo una ama de casa normal y corriente.
Ralphy arqueó ligeramente las cejas. —¿Acaso las amas de casa son incapaces de manejar un arma de fuego?
—De todos modos, ella solo se dedica a las tareas domésticas, ¡no te dejes engañar! —insistió Katie, con una desesperación creciente en cada palabra.
La expresión de Dylan se endureció notablemente. —No solo sabe disparar, es extraordinaria.
—¡Estoy segura de que hizo trampa de alguna manera! Sr. Scott, ¡tiene que escucharme! No puede creer ni una palabra de lo que dice esa mujer, ¡no es más que una farsante! Ni siquiera merece estar en el mismo campo de tiro que usted. ¿Y que supuestamente le dio una paliza? ¡No sea ridículo! —espetó Katie.
Una mirada fría se dibujó en los ojos de Dylan mientras la fulminaba con la mirada. —Si ella no es digna, ¿dónde te deja eso a ti? Quizás deberías reflexionar sobre tu propia dignidad antes de juzgar a los demás.
—Estás hechizado por su aspecto, ¡completamente! ¡Hay mucho más en ella de lo que se ve a simple vista! —siseó Katie, con la frustración llevándole las lágrimas a los ojos.
Lentamente, Dylan escudriñó los rostros de los espectadores, observando su mezcla de conmoción y obstinado escepticismo. Él mismo había aceptado con elegancia la derrota ante Christina, pero estos competidores de menor importancia aún se atrevían a cuestionar su credibilidad.
Con una sonrisa tranquila, Dylan reveló la verdad que lo cambió todo. «Ella es Rose, la misma Rose que me derrotó hace cuatro años».
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Un silencio sepulcral envolvió el espacio al instante, y todas las cabezas se giraron hacia Christina.
«¡No puede ser! ¡No puede ser Rose!», exclamó Katie con voz quebrada por la incredulidad.
Un murmullo emocionado recorrió la sala, cada voz llena de teorías sobre la enigmática Rose y sus extraordinarias habilidades.
«Si realmente es Rose, derrotar a Dylan no está fuera de su alcance».
«Pero ¿no debutó como Chrissy? ¿Por qué necesitaría un nuevo alias si ya era una leyenda?».
«¡Estás bromeando! ¿Rose es así de guapa? Nadie la ha visto en tres años, desde que derrotó a Dylan, y ahora ha vuelto para terminar lo que empezó. ¡Su nivel es legendario!».
Brendon permaneció clavado en el sitio, con los ojos muy abiertos y la incredulidad pintada en el rostro mientras observaba a Christina. Su expresión tranquila, ajena al alboroto, irradiaba una confianza inquietante. Parpadeó. ¿Era realmente su exmujer? ¿Christina, la mujer aburrida y corriente de la que se había divorciado, era en realidad Rose? La que una vez había tachado de sosa era en realidad extraordinaria e intimidante. Esta Christina le resultaba desconocida, totalmente irreconocible.
Brendon luchó por salvar la distancia entre la Christina que recordaba y la mujer serena que se erguía con confianza ante él. ¿Cuántas capas había ocultado bajo su fachada? Habían compartido tres años de matrimonio y, de repente, se dio cuenta de que no la conocía del todo. Su secretismo ahora le carcomía, y el resentimiento hervía en su interior.
—¡No puede ser Rose! ¡No es más que una ama de casa inútil! —gritó Katie, con voz frenética y temblorosa de furia.
Tranquila y serena, Christina volvió su mirada inquebrantable hacia Katie. —Como ya he dicho, si alguien duda de mi identidad, puede desafiarme. Pero os lo advierto: lo que está en juego es una mano.
Todos los ojos se volvieron con simpatía hacia Katie, reconociendo su inminente derrota. Desafiar a Christina era como buscar el desastre. La suerte podía dar una victoria, pero las victorias constantes significaban un talento innegable.
«Está bien», dijo Katie a regañadientes, obligándose a avanzar con pasos vacilantes.
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