De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 819
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Capítulo 819:
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Brendon frunció ligeramente el ceño y entrecerró los ojos con silenciosa curiosidad, preguntándose cómo había acabado Christina allí.
«¡Uf! ¡Esa mujer siempre aparece como una mala moneda! Llegamos a la subasta y ella nos pisa los talones. Sin duda, está aquí para molestar a mi hermano e intentar recuperarlo. Nunca ha tenido un trabajo digno, solo anda a escondidas, tratando de seducir a los hombres», dijo Katie con desdén.
Su comentario alivió la tensión en el ceño fruncido de Brendon, y una leve sonrisa se dibujó en su boca. Así que eso era. Se lo imaginaba. Christina no renunciaría a él fácilmente. Después de todo, una vez lo había amado con locura.
Finnegan y Sheila lanzaron miradas fulminantes a Christina, llenas de resentimiento reprimido. Cuando estaban en Dorfield, ella los había avergonzado y les había causado pérdidas importantes. Aún tenían que saldar esa cuenta. Y ahora, ahí estaba ella, lo suficientemente audaz como para entrar en su ciudad natal, con la clara intención de volver a agitar las aguas.
Los padres de Yolanda apretaron los dientes, decididos a hacerla pagar esta vez.
—Hola, Christina. ¿Qué te trae por aquí? —Yolanda se acercó con una sonrisa empalagosa en el rostro.
Davina puso los ojos en blanco, con tono irritado. —¿Qué? ¿Acaso eres la dueña del lugar? ¿Vosotros podéis venir, pero nosotros no?
«No quería decir eso», los ojos de Yolanda se llenaron de lágrimas, rebosantes de resentimiento. Se mordió delicadamente el labio y se volvió hacia Brendon con una silenciosa petición de ayuda.
«Christina, controla la boca de tu amiga», murmuró Brendon, frunciendo el ceño con fastidio.
«Antes de meterte conmigo, quizá deberías intentar callar a los que te rodean. No es que estén evitando problemas precisamente», replicó Christina sin pestañear, respaldando firmemente a su amiga.
Con Christina protegiéndola, Davina sonrió como un gato que ha comido lechada, casi llevándose las manos a las caderas con aire de satisfacción.
Los demás observaban con amargo desdén cómo Davina se aprovechaba de Christina de esa manera, lo que les ponía los pelos de punta.
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—Deja de fingir que no nos has seguido hasta aquí —dijo Brendon, clavando una mirada fulminante en Christina—. Pídele perdón a Yolanda antes de que pierda completamente la paciencia y entonces lo dejaremos pasar.
Christina sintió un fuerte impulso de darle un golpe en la cabeza para que entrara en razón. Este hombre ni siquiera era capaz de comprender el lenguaje básico. —No voy a disculparme. ¡Ahora, lárgate de mi vista! —espetó—. Deja de ser tan pesada.
Sin esperar una respuesta, Christina agarró la mano de Davina, lista para pasar junto a ellos.
Pero Brendon de repente agarró la muñeca de Christina, con el rostro tormentoso, y le ordenó: «Pide perdón».
«Suéltame». Christina giró bruscamente la cabeza, con los ojos como dagas heladas.
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