De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 813
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Capítulo 813:
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Con eso, se dio la vuelta y se marchó con Davina.
Mucho más tarde, Christina descubrió que, tras la caída del Grupo Jones, Yvonne había logrado ascender en la jerarquía utilizando a sus gemelos nonatos para aferrarse a Moss e incluso había conseguido alejar a Alexa.
«¡Esa mujer repugnante!», siseó Moss entre dientes, con los ojos ardientes de furia mientras veía a Christina desaparecer en la entrada del restaurante.
Yvonne se aferró a su brazo, con voz dulce y tranquilizadora. «No te enfades, cariño. Christina no lo ha hecho a propósito».
«No me importa lo que cueste, pero encontrarás la manera de traerla a mi cama. Quiero que lo pague caro. ¡Mi hijo se merece venganza!», gruñó Moss, con voz llena de rencor. Christina había dejado a su hijo impotente, poniendo en peligro la supervivencia del linaje Glyn. No había forma de que la dejara salirse con la suya.
—Pero… Ya viste cómo me trató antes. Ni siquiera me dirigió la palabra —murmuró Yvonne con los ojos enrojecidos.
Se dio cuenta de que no podía ir tras Christina, al menos no ahora. Esa lunática podría volverse contra ella y hacer daño a los bebés que llevaba en su vientre. Y ese embarazo, los gemelos, eran su salvavidas, su billete para asegurarse su lugar como señora de la familia Glyn. Tenía que protegerlos a toda costa. Tendría que esperar, ya fuera hasta que los gemelos nacieran sanos y salvos o hasta que Moss cayera muerto y le entregara todos los bienes de los Glyn. Solo entonces podría ocuparse de Christina.
Al oír sus palabras, Moss estuvo a punto de estallar, pero una mirada a su vientre hinchado hizo que su ira se calmara. Estaba embarazada de gemelos. Si les pasaba algo, la familia Glyn desaparecería con él. Por eso había abandonado a su primera esposa sin pestañear y se había casado con Yvonne.
—Olvídalo. Yo mismo me ocuparé de Christina. Tú concéntrate en cuidar de los bebés. Si les pasa algo, ¡me aseguraré de que te arrepientas! —gruñó Moss, con el rostro ensombrecido por la amenaza.
—Entendido —murmuró Yvonne dócilmente.
Mientras Yvonne se alejaba de la mano de Moss hacia el restaurante Morfort, sus ojos brillaban con una malicia silenciosa y latente.
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Al otro lado de la calle, un sencillo todoterreno negro permanecía en silencio, casi camuflado con el entorno. En su interior, un hombre observaba toda la escena con una mirada fría y penetrante como el hielo.
Dylan apartó su mirada gélida, sacó su teléfono y realizó una llamada rápida. Dio unas breves instrucciones, con tono seco, y colgó inmediatamente después.
«Vamos». Su voz era fría, sin dejar lugar a discusión.
Ralphy, que estaba al volante, lo miró. —Si estás tan preocupado por Christina, ¿por qué no vas a verla?
«La veremos mañana en la subasta», dijo Dylan, moviendo apenas los labios. «Conduce».
Ralphy lo miró fijamente, luego soltó un suspiro silencioso y arrancó el motor.
Sabía que era mejor no discutir.
Pronto, el discreto todoterreno negro se alejó rodando en la distancia.
Mack y Liza acababan de llegar al restaurante Morfort cuando vieron a Yvonne y Moss siendo escoltados fuera de la entrada. Sorprendidos, se apresuraron a acercarse. «¿Qué ha pasado?».
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