De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 793
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Capítulo 793:
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Al pensar en sus padres adoptivos, una chispa de ira se encendió en los ojos de Dylan. Christina había sido demasiado misericordiosa: solo había reclamado todas sus acciones en el Grupo Jones en lugar de desmantelar por completo a los tres viles Jones. Si hubiera sido cualquier otra persona, el trío no habría podido reparar sus errores ni en diez vidas.
Christina se movió ligeramente en sus brazos, frunciendo el ceño mientras un leve gemido se escapaba de sus labios.
Ese frágil sonido sacó a Dylan de su ira en un instante. La miró, y sus ojos se suavizaron con un afecto tácito, tan lleno de ternura que bastaba para derretir el acero. «No tengas miedo. Pronto llegaremos al hospital». La voz de Dylan era baja, y comenzó a tararear «Twinkle, Twinkle, Little Star», la canción de cuna que ella solía tocar.
Su tono profundo y aterciopelado se entrelazó con el aire tranquilo, envolviéndola como una cálida manta.
Poco a poco, la tensión de Christina se fue aliviando: su voz parecía llegar a los rincones de su alma que nada más podía tocar.
Durante el trayecto al hospital, Dylan no la soltó en ningún momento.
El conductor se mantuvo concentrado en la carretera. Christina no podía permitirse sufrir ningún daño.
Dentro de una suite VIP privada, Dylan se sentó junto a la cama de Christina, con la mano de ella firmemente entrelazada con la suya.
Por fin le había bajado la fiebre y una paz tranquila se apoderó de su rostro. Pero ese pequeño y obstinado surco entre sus cejas permaneció, como si los fantasmas de sus pesadillas no se hubieran ido del todo.
El tormento por el que había pasado Christina había dejado profundas cicatrices en su mente, heridas de las que no había podido escapar.
Dylan levantó la mano y le acarició suavemente la frente con los dedos, repitiendo el movimiento con tranquila paciencia.
Por fin, su expresión se suavizó y la opresión en su pecho comenzó a desaparecer. Le dio una palmadita en la clavícula, con voz cálida y tranquilizadora. —Ahora duerme bien. Estoy aquí para cuidarte. Nadie puede hacerte daño.
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Quizás esas palabras llegaron a Christina, porque finalmente se sumió en un sueño reparador. Un momento después, una leve sonrisa se dibujó en sus labios.
Al verlo, el rostro de Dylan se iluminó. Por fin había escapado de la pesadilla y se había sumergido en un sueño al que valía la pena aferrarse.
Llegó la mañana. Christina se dio la vuelta perezosamente, todavía medio dormida, hasta que su codo chocó con algo sólido.
Se incorporó de un salto, con los ojos muy abiertos y alerta, lista para defenderse. Entonces vio quién era: Dylan, dormido en el borde de la cama. Espera… ¿Qué hacía él en su habitación? No, un momento. Esta no era su habitación. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que era una habitación de hospital.
Empezó a recordar fragmentos de la noche anterior. Recordó que se sentía febril y que salió tambaleándose de su habitación en busca de medicinas, aturdida. En cuanto abrió la puerta y salió, perdió el conocimiento y no recordaba nada de lo que pasó después.
Mientras aún intentaba reconstruir lo sucedido, Dylan se movió a su lado. —Buenos días —dijo en voz baja—. ¿Te encuentras bien? —Su tono era suave mientras se acercaba y le tomaba el pulso sin dudarlo.
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