De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 775
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Capítulo 775:
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Robin se puso de pie de un salto, con la furia reflejada en su rostro. «¡Ese maldito bastardo! ¿Cómo se atreve a aparecer por aquí? ¡Le diré lo que pienso!».
Dicho esto, dio media vuelta y se dirigió furioso hacia la salida del comedor.
Christina frunció el ceño y le gritó: «Robin, vuelve aquí».
Robin se detuvo y miró por encima del hombro. «Solo intento defenderte».
«No es necesario», dijo Christina con frialdad, en un tono desprovisto de emoción. «No es asunto tuyo. Yo puedo encargarme».
—¡Hmph! ¡Siempre eres tan terca! No esperes que te defienda la próxima vez —resopló Robin, volviendo a su asiento con el ceño fruncido.
Dylan, que hasta ahora se había mantenido callado, aprovechó la oportunidad para ofrecer: «¿Qué tal si voy a ver qué quiere Brendon?».
Dylan no estaba dispuesto a dejar que Brendon se acercara a Christina, no cuando Brendon había tenido la osadía de presentarse en su puerta.
«No hace falta», respondió Christina secamente, levantándose de su asiento. «Yo misma iré a verlo».
Robin apenas podía contener su diversión al ver cómo Dylan era rechazado. En cuanto Christina salió del comedor, estalló en carcajadas.
«¡Ja! ¿Crees que tienes un lugar en su corazón? ¡Despierta, hombre!». Robin se partía de risa, entrecerrando los ojos mientras se doblaba por la mitad, claramente entretenido.
Al parecer, su relación con Dylan no era muy diferente, lo que hizo que Robin se sintiera mucho mejor.
—Tranquilo, chico —dijo Dylan de repente, tan tranquilo como siempre.
Robin tardó un segundo en darse cuenta de que se estaba burlando de él. —¡No soy «chavalo»! Y no creas que puedes comprarme con un desayuno elegante. Si me traicionas, lucharé contra ti hasta el final.
El buen humor de Robin se esfumó al instante. Odiaba que le llamaran «chavalo». Dylan esbozó una leve sonrisa mientras se ajustaba con calma los gemelos de zafiro de las mangas y volvía a comer. Sus movimientos eran refinados y relajados, y destilaban una tranquila confianza.
Robin refunfuñó entre dientes y volvió a su comida, enfadado.
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En la sala de estar, Christina estaba sentada erguida y serena en el sofá, con la mirada aguda e indescifrable fija en Brendon. Él no había venido solo, sino acompañado de un abogado.
—Vaya, qué eficiente eres —dijo ella con una sonrisa burlona—. Apareces en mi casa a primera hora de la mañana. Supongo que has traído el contrato.
Brendon extendió la mano, tomó el documento de transferencia de acciones del abogado y lo arrojó sobre la mesa frente a ella. —Es solo el cinco por ciento de las acciones del Grupo Dawson. Puedo permitirme la pérdida. Adelante, fírmalo.
Christina cogió el contrato con expresión tranquila e imperturbable. Tras confirmar que todo estaba en orden, aceptó el bolígrafo que le tendió el abogado y firmó con un elegante trazo. —Gracias por el regalo de despedida —dijo con voz ligera y teñida de sarcasmo.
Brendon apretó la mandíbula ante su comentario, enfureciéndose. —Solo es el cinco por ciento. No me importa lo más mínimo. Le di a Yolanda la misma cantidad sin pestañear, y pronto recibirá aún más. Al fin y al cabo, va a ser mi esposa.
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