De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 766
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Capítulo 766:
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Pero Besty no estaba dispuesta a dejarlo pasar.
«Pero yo no quiero dinero», sollozó, agarrándole de la manga. «Solo quiero estar contigo. Por favor, Terrence, me portaré muy bien…».
Nunca había conocido a un hombre como él: tan rico, tan guapo, tan indulgente. ¿Cómo podía dejarlo ir?
La paciencia de Terrence se agotó. Extendió la mano y la agarró por el cuello con brutalidad.
Terrence apretó la mano con tanta fuerza que las venas del dorso se le hincharon y palpitaban. Parecía como si fuera a romperle el cuello a Besty en cualquier momento.
Besty jadeó, sin poder respirar. Sus miembros se debilitaron, agotados de fuerza. ¿Era así como iba a morir, a manos de Terrence? Sus pensamientos comenzaron a dispersarse, su mente se nubló por la falta de oxígeno.
Besty había visto a Terrence acabar con vidas sin pestañear. Para él, las personas eran desechables: aplastarlas no era diferente a aplastar hormigas bajo su talón.
En ese momento, ante la muerte, Besty sintió una mezcla de terror y una retorcida emoción. Morir a manos del hombre que amaba no le parecía la peor forma de irse. Sin embargo, le partía el corazón no poder seguir a su lado. Se rindió al destino con amargura, pero una parte desesperada de ella aún anhelaba envejecer junto a Terrence. ¿Por qué? ¿Por qué el destino tenía que ser tan cruel? Los había unido, solo para separarlos para siempre.
Su rostro se sonrojó profundamente, con las venas hinchadas mientras luchaba por respirar. Incluso entonces, se obligó a levantar la cabeza y mirarlo, tratando de esbozar una sonrisa a pesar del dolor. Su mirada rebosaba de emociones encontradas, diciéndole en silencio que no le importaba morir si era a manos de él.
En ese momento, Terrence pareció leerle el pensamiento. La soltó bruscamente, con el rostro retorcido por la repugnancia. Hizo un gesto a un subordinado, que rápidamente le entregó un pañuelo blanco impoluto.
Como si quisiera librarse de la contaminación, Terrence se frotó la mano con la que acababa de tocarla.
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Besty tropezó, y apenas logró recuperarse apoyándose en una silla cercana. Comenzó a toser violentamente, con los ojos enrojecidos y las lágrimas a punto de brotar.
Pero lo que realmente la destrozó fue verlo seguir limpiándose la mano, con el asco grabado en sus rasgos. ¿De verdad la encontraba tan repulsiva? Sin embargo, habían estado tan íntimos recientemente. ¿Cómo podía haberse vuelto tan frío tan rápido?
Besty estaba convencida: alguien se había colado en la vida de Terrence y le había robado su lugar. ¿Quién se atrevía a quitárselo? Nunca permitiría que esa zorra se saliera con la suya.
La furia hervía en su pecho y sus ojos ardían de rencor. Apretó los puños con fuerza y juró dar caza a esa mujer miserable y hacerla pagar caro por atreverse a interponerse entre ellos.
—Nuestra relación ha terminado. No vuelvas a aparecer delante de mí, o si no… —La voz de Terrence se apagó y su mirada se volvió fría como el acero—. Los cadáveres que has visto… tú también compartirás su destino.
Escupió esas palabras con una frialdad escalofriante y se dio la vuelta, alejándose sin mirar atrás. El pañuelo, antes inmaculado, que había utilizado para limpiarse la mano, lo tiró a la basura como si fuera algo repugnante.
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