De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 754
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Capítulo 754:
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Katie, que nunca ocultaba sus emociones, prácticamente se iluminó de alegría en el momento en que la tensión alcanzó su punto álgido. «Sabía que hoy sería el día en que esa zorra finalmente estiraría la pata. Y como va a morir de forma tan trágica, seré súper amable y visitaré su tumba cada año, solo para que sepa lo increíble que ha resultado mi vida».
Brendon estalló en cuanto ella pronunció esas palabras. «¡Cierra la maldita boca!».
Katie frunció el ceño, apretó los labios, a punto de responder, pero antes de que pudiera hacerlo, la multitud estalló en un coro de gritos agudos y sorprendidos. «¡Mierda!».
«¡Ella se ha adelantado! ¡Alfred se está quedando muy atrás ahora!».
«¿Cómo mantiene esa mirada tan serena? Mientras tanto, Alfred parece que está a punto de perder los nervios».
«Solo queda una vuelta antes de la bifurcación en la pista. A menos que ocurra algo dramático, ambos pilotos podrían lograrlo, algo que nadie ha visto antes. Pero si Alfred no alcanza a Christina, perderá la apuesta».
Sin cámaras que mostraran el interior de los coches, el público solo podía adivinar quién sentía la presión, observando cada indicio en los rostros y el lenguaje corporal de Alfred y Christina.
El pulso de Alfred ya estaba por las nubes. Ver a Christina adelantarse destrozó la poca calma que había reunido, y su ritmo cardíaco comenzó a dispararse de nuevo. ¡Una derrota aquí significaba la derrota total! No podía soportar la idea de marcharse con las manos vacías.
Apretando los dientes, Alfred pisó el acelerador, haciendo que su coche rugiera hacia adelante. Su pulso se tambaleaba al borde del caos, pero luchó por mantenerse firme. El fracaso no era una opción.
Los ojos de todos los espectadores permanecieron fijos en la enorme pantalla, sin atreverse apenas a respirar.
En ese momento, el coche de Christina se acercó a la bifurcación de la carretera, con todos observando cada uno de sus movimientos. Alfred la seguía de cerca, necesitando solo un poco más de velocidad para ponerse en cabeza.
Sin previo aviso, una voz fría y robótica resonó en el aire. «Advertencia: la frecuencia cardíaca ha superado los límites de seguridad. La pérdida de control del vehículo es inminente…».
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Una y otra vez, la advertencia mecánica zumbaba en los oídos de Alfred, cada repetición como una sentencia dictada.
El miedo le hizo abrir los ojos como platos al darse cuenta de que estaba perdiendo el control del coche. Por mucho que pisara el freno, no pasaba nada, y el volante no respondía en absoluto. El pánico se apoderó de él. Su corazón latía aún más rápido y no podía controlarse.
Con la amenaza de la muerte acechándole, el terror se apoderó de él. Todas aquellas veces que había visto morir a sus rivales en explosiones, nunca se había sentido mal por ellos; a veces, incluso había disfrutado de la emoción.
Ahora que el mismo peligro se cernía sobre él, Alfred comprendió realmente lo que significaba sentirse desesperado. Un miedo aplastante lo invadió, envolviéndolo con tanta fuerza que le costaba respirar.
A su alrededor, la mayoría del público ya no podía permanecer en sus asientos. La gente se levantó, intercambiando miradas ansiosas y confusas.
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