De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 751
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Capítulo 751:
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Christina suspiró para sí misma. Ya le había dado a Alfred más oportunidades de las necesarias, pero él se negaba a valorarlas. Como él estaba tan decidido a acabar con ella, decidió que ya no se contendría más.
Su mirada se volvió gélida mientras encendía el micrófono y decía con tono seco: «¡Bien! ¡Como quieras!».
Como su micrófono había estado apagado durante la conversación, el público no había oído nada de lo que ella y Alfred habían dicho. Así que, cuando escucharon sus repentinas palabras, se quedaron desconcertados.
«¿Qué quiere decir con eso? ¿Qué le está pidiendo Alfred?».
«¿De qué acaban de hablar? Su rostro parece de piedra, ¿se han peleado?».
«Mira esa sonrisa de Alfred. Parece demasiado seguro de sí mismo».
«Lleva dos años siendo campeón y ya ha sobrevivido a una carrera mortal. Debe de tener los nervios de acero. Esa mujer no tiene ninguna posibilidad».
«Pensé que todo ese tira y afloja significaba que ella iba a retirarse. Pero realmente va a arriesgar el cuello ahí fuera. Una mujer tan hermosa… Qué pena si muere».
Mientras la mayoría del público dudaba de las posibilidades de Christina, ella y Alfred ya se habían sentado al volante, con los motores en marcha.
Brendon miró fijamente la enorme pantalla, observando la silueta de Christina dentro del coche. Una tormenta de emociones encontradas se agitó en su interior. El arrepentimiento lo golpeó con fuerza: debería haberla detenido. Después de todo, Christina había sido su esposa. No podía quedarse sentado y verla morir hoy.
Una escena imaginaria de Christina atrapada en una explosión de llamas atravesó la mente de Brendon, perforándole el pecho con un dolor agudo e insoportable. Sentía como si le estuvieran arrancando algo vital, dejándole solo un dolor sofocante. ¿Por qué le dolía tanto el miedo a perderla?
Algo parpadeó en el borde de sus pensamientos. Justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, una voz suave y llorosa lo sacó de su ensimismamiento.
—Brendon, ¿qué hacemos ahora? —susurró Yolanda, aferrándose a su brazo, con los ojos enrojecidos por las lágrimas—. Tengo miedo de que Christina no salga con vida.
Al oír sus palabras, Brendon sintió un nudo en el pecho. Pero ni siquiera él sabía si ese dolor era por Yolanda o por Christina.
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—Ella se lo ha buscado, ¿no? Si no hubiera sido tan terca y competitiva, nada de esto habría pasado. Podría haberse marchado, pero no, se sobreestimó y decidió probar suerte. Ahora pagará el precio —dijo Katie, con palabras cargadas de sarcasmo—. Está destinada a arder en llamas. Hoy es el día en que el destino cobra su deuda.
En ese preciso momento, dos coches de carreras se lanzaron hacia delante al unísono, rugiendo como bestias liberadas de sus cadenas.
Ahora, aunque Christina se lo pensara mejor, retirarse ya no era una opción.
Si el ritmo cardíaco de cualquiera de ellos superaba el umbral predeterminado, tanto el sistema de dirección como el de frenado se bloquearían por completo. El resultado era terriblemente obvio.
Terrence había visto alguna vez las carreras mortales con una sonrisa burlona, como si estuviera disfrutando de una película cómica especialmente fascinante. ¿Su escena favorita? Ver a ambos corredores consumidos por una pared de fuego. Cada vez que veía sus rostros contorsionados por el pánico, se emocionaba hasta lo más profundo. Su pulso se aceleraba y todo su cuerpo temblaba de emoción. Nada le satisfacía más.
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