De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 731
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Capítulo 731:
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Christina se detuvo, pensativa, y luego le pidió a Davina que investigara más a fondo a Terrence. Apenas Christina terminó la llamada, se oyó un golpe seco y apresurado en la puerta. Frunció el ceño. Se levantó rápidamente y se dirigió a abrir.
Al abrir la puerta, Christina vio a Chloe y Eloise, ambas con expresiones tensas e inquietas.
«¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo?», preguntó Christina, frunciendo el ceño, confundida.
—¡Christina, mira esto! —exclamó Chloe, entregándole el teléfono a Christina sin dudarlo.
Desde un lado, Eloise añadió secamente: «Alguien te ha desafiado, y es una carrera a vida o muerte».
Christina parpadeó, sin entender muy bien qué significaba una carrera a vida o muerte. Al ver su mirada de desconcierto, Chloe se apresuró a explicárselo.
No se trataba de una carrera normal, sino de algo completamente diferente y demencial. La pista no era el típico circuito sinuoso, sino una recta enorme al final de la cual había un enorme bidón de aceite.
La carrera no era solo conducir, era una prueba de valor. El conductor tenía que alcanzar una velocidad crítica y frenar en el último segundo. ¿El ganador? El que se detuviera más cerca del bidón.
Un movimiento en falso y el coche podía estrellarse contra el bidón. En el mejor de los casos, perdías. ¿En el peor? Explotabas en el acto.
El premio en metálico era tremendamente tentador. No solo te llevabas la apuesta de tu oponente, sino que además había un enorme premio en efectivo. Ese era el gancho.
A pesar de los cadáveres que se amontonaban de carreras anteriores, el peligro solo parecía hacer más atractivo el trato para muchos. Cuanto mayor era el riesgo, mayor era la recompensa. Esa era la verdad indiscutible para la mayoría de los corredores, que esperaban arriesgar sus vidas por una fortuna. Ganar significaba riqueza instantánea. Perder significaba el fin. Era la última oportunidad de un jugador, una inmersión temeraria en la riqueza o la ruina.
Christina miró al hombre que había lanzado el desafío. No era cualquiera: era el bicampeón de la carrera a vida o muerte, con nervios de acero y una habilidad a la altura. Antiguamente un jugador empedernido ahogado en deudas, había salido de esa locura y se había convertido en un multimillonario, con un patrimonio actual de más de ocho mil millones.
Dominar este tipo de carrera dos años seguidos no era algo que se pudiera explicar con suerte. Significaba que probablemente había participado en la versión avanzada, aquella en la que el sistema del coche estaba conectado al ritmo cardíaco del piloto y, si este se aceleraba demasiado, los
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los frenos se bloqueaban. Una vez que eso ocurría, no había forma de frenar, solo un camino directo hacia la muerte.
Su racha de dos años demostraba que podía mantener la calma y el ritmo cardíaco estable, incluso con la muerte acechándole. En resumen, era un hombre frío como el hielo, un asesino despiadado en la pista.
«¡Es una locura! ¡Quiere apostar la mitad de su fortuna por tu vida!», gritó Chloe, con la voz cargada de indignación.
«Toda su fortuna no vale la vida de Christina, y mucho menos la mitad», dijo Eloise, con el rostro tenso por la ira.
Para la gente normal, esa cantidad de dinero era inimaginable. Pero para los Hubbard y los Scott, era calderilla. Si Christina necesitara alguna vez billones, cualquiera de las dos familias se los daría sin dudarlo. Apostar cuatro mil millones por la vida de Christina era más que absurdo. Para Chloe y Eloise, la vida de Christina no tenía precio. Ninguna cantidad podría igualarla.
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