De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 730
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Capítulo 730:
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Dylan colocó con delicadeza la jugosa y aromática porción en su plato.
—Gracias —dijo Christina con calidez, esbozando una suave sonrisa.
Frustrado, Elliott no tuvo más remedio que echar más carne a la parrilla. Le habían quitado de las manos el trozo que había destinado a Christina. Esa sonrisa debería haber sido suya: Dylan le había robado tanto la comida como el momento.
Dylan la observó saborear el bocado con una mirada tranquila y prolongada, con una sutil sonrisa en los labios. Incluso sentada, parecía cautivadora sin esfuerzo, con una presencia que atraía todas las miradas sin proponérselo.
Intuyendo que ella estaba a punto de mirar en su dirección, Dylan apartó rápidamente la mirada, solo para encontrarse con la de Elliott.
Sus ojos se encontraron de nuevo y la tensión entre ellos se hizo palpable, con sus miradas gélidas fijas en un silencioso enfrentamiento.
La expresión de Dylan seguía fría y distante, pero un destello de desafío bailó en su rostro cuando sus labios se curvaron en una sonrisa significativa.
Ese toque de burla hizo que Elliott apretara los dientes con más fuerza.
Se miraron fijamente, con una calma exterior que apenas ocultaba la tormenta de rivalidad que se desataba en su interior.
Mientras la carne seguía chisporroteando y crepitando en la parrilla, el aire a su alrededor se espesaba con el calor, y no solo por las llamas.
A la mañana siguiente, Christina apenas había abierto los ojos cuando su teléfono comenzó a sonar. —¿Davina? ¿Qué pasa? —preguntó con voz aún ronca por el sueño.
«¿Todavía en la cama, eh?».
—El Grupo Reed acaba de quebrar. Está en bancarrota total.
Eso despertó a Christina de golpe. Frunció el ceño. «¿Tan pronto?». Ni siquiera había revelado aún las pruebas condenatorias. Tenía intención de alargar el asunto, hacerles sufrir un poco más. ¿Cómo se había desmoronado todo tan rápido?
—Sí —respondió Davina—. Y han desaparecido. Se rumorea que se han ido al extranjero.
—¿Desaparecido? —Christina se incorporó de un salto, ahora completamente alerta.
—Sí. ¿Crees que los hemos asustado? ¿Que les hemos dado la oportunidad perfecta para desaparecer?
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—No —dijo Christina con firmeza—. La prueba clave sigue en mis manos. No se irían así sin más. Y huir del país lleva tiempo, no pueden haberse movido tan rápido.
—Entonces, ¿dónde están? ¿Quieres que investigue más?
—Sí. Pon a alguien en ello y manténme informada.
—Entendido —dijo Davina, añadió algunas cosas más y colgó para ponerse a trabajar.
Christina se sentó en el borde de la cama, con el teléfono en la mano, mirando en silencio por la alta ventana. Ya se estaba formando una teoría en su mente. Si las familias Reed y Delgado realmente habían desaparecido, era muy probable que Terrence estuviera detrás de todo. Conociendo el tipo de hombre que era, era muy posible que los hubiera traicionado.
Christina no tenía ningún deseo de dejar que esas dos familias se salieran con la suya tan fácilmente: era el precio kármico por todas las vidas que habían arruinado. Pero lo que la enfurecía era la interferencia de Terrence, que había trastocado su plan. Le había dicho claramente que no interfiriera. Pero lo había hecho de todos modos.
Cuando Christina terminó de desayunar, Davina ya le había enviado los resultados de la investigación. Había encontrado indicios de que las familias Reed y Delgado habían sido secuestradas por un grupo, pero nada concreto sobre quién era el responsable. Si Terrence estaba realmente involucrado, entonces era mucho más que un simple jefe de un ring de boxeo clandestino.
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