De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 723
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Capítulo 723:
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«Si realmente eres tan amable, entonces paga la pensión alimenticia que me debes y transfiere las acciones que me prometiste», espetó Christina. Dudaba que Brendon hubiera aparecido solo para ver si estaba arruinada. Si realmente le importara, no la habría dejado irse sin nada.
—La abuela ya te ha entregado la mansión Dawson. ¿Qué más quieres? Sabes lo valioso que es ese lugar —dijo Brendon, frunciendo el ceño con frustración. Mencionar que su abuela le había transferido la mansión a Christina era como una puñalada en el corazón.
—Está bien, por el bien de Bethel y de la mansión, no mencionaré el dinero del divorcio. Pero ¿qué hay de las acciones que aún me debes? —preguntó Christina, con el rostro impasible.
—¿Por qué demonios sigues sacando este tema? El Grupo Dawson está prosperando en este momento y, de repente, apareces para reclamar ese cinco por ciento de las acciones. De eso se trata, ¿no?
Brendon se movió incómodo. En el fondo, creía que Christina solo quería su dinero. Seguía obsesionada con ese cinco por ciento del Grupo Dawson.
—Brendon, no tergiverses las cosas. Perdiste esa apuesta limpiamente. Me debes esas acciones. No se trata de codicia, se trata de lo que es justo —espetó Christina con voz gélida. Cuando Brendon le dio a Yolanda el cinco por ciento del Grupo Dawson, no lo dudó ni un segundo. Sin dramas, sin aspavientos. Se lo entregó como si ella lo fuera todo para él. Y tal vez lo era.
—Si te queda un ápice de integridad, deja de dar largas y cumple tu palabra. Hazlo y quizá aún te considere alguien digno de respeto —añadió Christina con dureza.
—Te entregaré el cinco por ciento y te regalaré un apartamento de lujo. Pero a cambio, necesito que me des ese puesto en Kinos —dijo Brendon, mirándola fijamente a los ojos, muy serio.
Christina captó el destello de urgencia en sus ojos. En ese momento, todo encajó. Así que eso era lo que había estado buscando todo este tiempo.
—Yola está enferma otra vez, ¿no? —Christina soltó una risa burlona.
—¿Cómo puedes reírte de eso? ¿Te gusta verla sufrir o qué? —replicó Brendon, alzando la voz.
—Reiré si me da la gana. Su desgracia no es mi problema —dijo Christina, devolviéndole la mirada.
—A Yolanda se le acaba el tiempo. No tengo paciencia para juegos. Si estás de acuerdo, haré la transferencia: las acciones, el apartamento, todo. Ahora mismo —dijo Brendon, tratando de mantener la compostura.
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Christina casi se ríe ante lo absurdo de todo aquello. Él se desvivía por Yolanda, siempre lo había hecho. Le daba todo sin preguntar. Y, sin embargo, era ella la que se había desangrado por él, haciendo todo el trabajo duro, mientras Yolanda se limitaba a aparecer y recoger el premio.
Brendon siempre había jugado con dos reglas: una para Yolanda y otra para ella. La que más daba siempre acababa perdiendo. A sus ojos, el papel de ella era sacrificarse, apartarse. Pero, maldita sea, ¿por qué tenía que hacerlo?
Christina estaba harta de perder. No más sacrificios, no más concesiones. Iba a recuperar todo lo que Brendon le había quitado, pieza por pieza. No importaba lo alto que llegara, ella estaba dispuesta a derribar el suelo bajo sus pies y verlo caer de bruces.
«¡Olvídalo, Brendon! Prefiero aprovechar esta oportunidad para ayudar a un perro callejero que entregártelo a ti», dijo Christina con voz firme y sin remordimientos.
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