De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 717
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Capítulo 717:
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Christina estaba a punto de decir algo cuando la voz de Chloe resonó, alta y emocionada. «¡Vamos, Christina! ¡Dylan! ¡Vamos!».
Christina se volvió hacia Chloe y gritó: «¡Vale, ya vamos!».
«Vamos», murmuró Dylan, sin apenas mover los labios, aunque la suave curva de su sonrisa permaneció en su rostro.
El humor de Dylan había mejorado drásticamente, disipando la melancolía anterior. Quizás, solo quizás, en lo más profundo del corazón de Christina, siempre había habido un lugar especial reservado para él, se diera cuenta o no. Ese pensamiento lo golpeó como una oleada de calor, haciendo que su pecho se hinchara con una felicidad inesperada.
En cuanto el grupo entró en la casa encantada, Chloe empezó a saltar al menor ruido y se arrepintió al instante de haber elegido la opción más terrorífica.
Una cara espeluznante saltó de entre las sombras y Chloe soltó un grito agudo. «¡Ahhh!». Presa del pánico, se dio la vuelta y chocó contra Christina, que no lo había visto venir.
El golpe desequilibró a Christina y, antes de que pudiera recuperarse, tropezó y cayó directamente en los brazos de Dylan.
Chloe había chocado contra Christina con tanta fuerza que la había desequilibrado, haciendo que Christina tropezara y cayera directamente sobre el pecho de Dylan antes de que pudiera recuperarse.
Dylan ni siquiera pensó. Extendió los brazos y rodeó con fuerza la cintura de Christina.
Sus labios apenas se rozaron, solo un instante, pero fue suficiente para que ambos se quedaran paralizados, con los ojos muy abiertos y sin aliento.
Dylan se tensó un poco, sorprendido por la inesperada suavidad de sus labios. Fue como si una chispa viajara directamente de su boca a su pecho. Una leve sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. No pudo evitarlo. Durante unos segundos surrealistas, el mundo a su alrededor pareció silenciarse: no se oían pasos, ni voces, solo el sonido de su respiración y los latidos de sus corazones, fuertes y claros.
Christina sintió que le subía el calor a la cara, las mejillas le brillaban, aunque, afortunadamente, la tenue luz le ahorró algo de vergüenza. El corazón le latía con tanta fuerza que parecía que iba a salirse del pecho. Dios, ¿era esto lo que se sentía al enamorarse?
Pero en cuanto ese pensamiento se coló en su mente, lo apartó. Tenía que ser la adrenalina, nada más. Una vez que se convenció de ello, su corazón empezó a latir más despacio, aunque no mucho.
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Mientras tanto, Chloe echó a correr a toda velocidad, con la mirada fija en todas direcciones y el pánico pintado en el rostro. Ni siquiera sabía adónde iba.
La linterna que sostenía se balanceaba violentamente, proyectando haces temblorosos en la oscuridad, hasta que uno de ellos se posó en una figura que reconoció al instante. No había duda de quién era. Se le hizo un nudo en la garganta, las lágrimas amenazaron con derramarse y gritó con voz quebrada: «¡Morse!».
En el momento en que lo vio, algo dentro de ella se soltó. No pensó; simplemente corrió hacia él y se lanzó a sus brazos.
Morse la vio venir y reaccionó por puro instinto, atrapándola sin dudarlo. Se le resbalaron un poco las gafas, pero no le importó.
La atrapó en el aire, con un brazo sosteniéndola por debajo de los muslos para mantenerla erguida y el otro rodeándole la cintura con fuerza para estabilizarla.
Las piernas de Chloe se cerraron alrededor de su cintura y sus brazos se aferraron a su cuello como si no tuviera intención de soltarlo en ningún momento.
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