De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 714
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Capítulo 714:
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Su voz era firme, tranquila, inquietantemente tranquila, pero provocó un escalofrío a todos los que la oyeron.
De repente, un grito enfurecido rasgó el aire. «¡Mujer malvada! ¡Devuélveme a mi hijo y a mi hija! Nos acusas de crímenes, ¿acaso tú no eres culpable? ¿Dónde los has vendido? ¿Dónde están?».
Era Alita, completamente desquiciada, gritando de rabia.
Christina se quedó momentáneamente atónita, frunciendo el ceño con confusión. —¿De qué estás hablando? ¿Cuándo vendí a tu hijo y a tu hija?
Christina no tenía ni idea de qué la acusaban. Lo único que quería era que Kole y Cassie sintieran miedo, pensando que no eran más que unos vengativos y crueles. Nunca se le había pasado por la cabeza que los Delgado y los Reed estuvieran realmente involucrados en el tráfico de personas. Solo quería asustarlos, ni siquiera había hecho nada todavía.
—¡Deja de fingir! Tú eres la que vendió a Kole y Cassie, ¿verdad? —Los ojos de Alita estaban rojos de furia. Si Christina hubiera estado delante de ella, se habría abalanzado sobre ella sin pensarlo dos veces.
—No les he puesto un dedo encima. Mi objetivo era acabar con vuestras familias, no hacer daño a nadie personalmente —respondió Christina con frialdad.
—¿Y qué hay de Thea? ¿Dónde está mi hija, Thea? —exigió Grant.
Christina frunció el ceño. —¿Thea también ha desaparecido?
—Esa pregunta es para ti. ¿No lo sabes mejor que nadie? —replicó Grant.
«Preguntarme no servirá de nada. Yo no he hecho nada y no tengo ni idea de dónde están», respondió Christina, soltando una risita. «Quizás sea el karma que te está pasando por tu tráfico de personas. Nunca pensaste que después de vender tantas vidas, tus propios hijos acabarían corriendo la misma suerte, ¿verdad?».
Había una sutil satisfacción en su voz, y ese toque de cruel ironía casi hizo estallar de rabia a los cuatro.
Christina había hecho los deberes: ni la familia Reed ni la familia Delgado eran inocentes. Tenían las manos manchadas de sangre y habían amasado su fortuna a costa del sufrimiento y la vida de otros.
—Tú… —Grant, hirviendo de furia, empezó a hablar, pero Christina lo interrumpió. —¿Ahora qué? Hablar no te salvará. Ya estás en el camino de la ruina. Disfruta de la poca paz e e que te queda antes de que vuestras vidas se vuelvan completamente miserables. Su voz tenía un tono frío y burlón cuando terminó la llamada, sin darles oportunidad de responder.
Bloqueó el número con un movimiento fluido y guardó el teléfono en el bolso en silencio. Miró a lo lejos con el ceño fruncido. ¿Quién había actuado con tanta rapidez para vender a los hermanos Delgado? La velocidad era asombrosa. ¿Y dónde estaba Thea? ¿También la habían vendido?
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Christina no sentía ni una pizca de lástima: solo estaban recibiendo lo que se merecían. Lo único que le interesaba era descubrir quién había orquestado todo aquello. ¿Era alguien que quería destruir a los Reed? ¿O un competidor dentro del círculo de traficantes?
Mientras barajaba las posibilidades en su cabeza, su teléfono volvió a sonar. Esta vez era otra llamada, de un número desconocido.
Christina se detuvo un segundo antes de pulsar finalmente el botón de respuesta. En cuanto se conectó la línea, se oyó una voz familiar. —Cariño. Ese tono burlón, entremezclado con una risita juguetona, solo podía pertenecer a un hombre: Terrence, el insufrible pesado. Sin pensarlo dos veces, Christina colgó.
Su teléfono volvió a vibrar. Lo rechazó. Volvió a sonar. Volvió a colgar. Cuando sonó por tercera vez, ni se molestó. Simplemente apagó el teléfono, cortando toda comunicación con él. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras el repentino silencio la envolvía como una manta.
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