De Exesposa Humilde a Magnate Brillante - Capítulo 696
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Capítulo 696:
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Su perfume flotaba en el aire, dulce pero sintético. Él retrocedió ligeramente, el aroma irritaba sus sentidos. No podía competir con la fragancia natural que permanecía en su memoria: la de Christina.
Aún ajena a todo, Besty levantó la mirada con ojos adoradores, atrapada en la fantasía que se había creado. Ronroneó con voz aterciopelada: «No te enfades. ¿Quieres jugar a algo travieso?».
Se inclinó, con los labios entreabiertos, lista para reclamar su boca, pero Terrence se movió como un rayo. Sin decir una palabra, le agarró el cuello con la mano y, en un instante, la lanzó a un lado.
Un grito se escapó de sus labios al caer al suelo. Conmocionada, parpadeó entre lágrimas, acunando la mano con la que había golpeado el suelo. Se quedó sin aliento mientras lo miraba, atónita. Este no era el Terrence que ella conocía. El hombre al que adoraba tenía fuego, pero nunca para ella. No así.
Besty miró a Terrence. —Terrence —dijo con voz entrecortada, cargada de una desesperación incontenible.
Besty se mordió el labio inferior, frustrada, consumida por dentro. Las lágrimas se acumularon en sus ojos como nubes de tormenta.
En el pasado, todo lo que tenía que hacer era parecer triste y destrozada, y Terrence habría movido cielo y tierra para hacerla sentir mejor.
Aún recordaba aquella noche en que un bastardo de mala muerte intentó meterle mano. Antes de que pudiera gritar, Terrence ya había agarrado al tipo y lo había dejado ensangrentado. Después, ella temblaba como una hoja, pero Terrence la abrazó y le susurró palabras dulces y tiernas al oído hasta que su miedo se desvaneció.
No importaba cuál fuera la situación. Si alguien la enfadaba o la hacía infeliz, Terrence se lo hacía pagar. Se había vuelto adicta a ese tipo de afecto, a ser el centro de su ira protectora.
Entonces, ¿qué había cambiado? ¿Por qué ahora todo se estaba desmoronando? La verdad la golpeó como una bofetada en la cara. Nunca había conocido realmente a Terrence.
Una mezcla de dolor y tristeza se agitaba en el pecho de Besty, pero debajo de todo eso, las alarmas sonaban en su cabeza. Tenía que haber algo que se le escapaba, alguna pieza del rompecabezas que explicara por qué él se había convertido en una persona completamente diferente de la noche a la mañana.
La idea le hizo sentir un nudo en el estómago. Quizás otra mujer se había metido en su cama y le había robado la atención. Esa posibilidad le provocó un pánico que le recorrió las venas como agua helada.
Sus manos se cerraron en puños sin que se diera cuenta, y algo oscuro y retorcido brilló detrás de sus ojos. Nadie le quitaría a Terrence. Ni ahora ni nunca. No podía perderlo. Él lo era todo para ella, y sin él, no era nada.
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A medida que se daba cuenta de ello, algo frío y despiadado se arraigó en su corazón. Cualquiera lo suficientemente estúpido como para intentar quitarle a Terrence, hombre o mujer, no importaba, haría que desearan no haber nacido nunca. Los destruiría pedazo a pedazo.
Terrence se puso de pie de un salto sin previo aviso, elevándose sobre Besty como una nube oscura de tormenta. Sus ojos ardían con una irritación apenas contenida, pero debajo de eso…
Bajo la ira superficial, algo mucho más primitivo se agitaba. Necesitaba liberar la tensión que se acumulaba en su cuerpo.
—Tú —dijo con voz áspera y ronca, como si estuviera conteniendo un impulso inminente—. Gatea hasta aquí.
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